Lc 7, 11-17
"11 Y sucedió que a continuación se fue a una ciudad llamada Naím, e iban con él sus discípulos y una gran muchedumbre. 12 Cuando se acercaba a la puerta de la ciudad, sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de su madre, que era viuda, a la que acompañaba mucha gente de la ciudad. 13 Al verla el Señor, tuvo compasión de ella, y le dijo: 'No llores'. 14 Y, acercándose, tocó el féretro. Los que lo llevaban se pararon, y él dijo: 'Joven, a ti te digo: Levántate'. 15 El muerto se incorporó y se puso a hablar, y él se lo dio a su madre. 16 El temor se apoderó de todos, y glorificaban a Dios, diciendo: «Un gran profeta se ha levantado entre nosotros', y 'Dios ha visitado a su pueblo'. 17 Y lo que se decía de él, se propagó por toda Judea y por toda la región circunvecina."
COMENTARIO
Nos dice el texto bíblico que corresponde hoy que cuando aquel Maestro hizo lo que hizo su fama se “propagó por toda Judea y por toda la región circunvecina.” Y es que la cosa no era para menos porque no todos los días se ve la resurrección de un muerto.
El Hijo de Dios sintió lástima por aquella mujer. Es que, además de haber perdido a su único hijo era viuda. Y eso suponía que iba a quedar en la más absoluta indigencia por cómo eran entonces las cosas.
A Jesucristo se le debió encoger el corazón. Ver a la madre en aquella situación, hacer un alto en el camino y hacer que también hiciera un alto aquella triste comitiva fue todo uno. E hizo uso del poder de Dios. Y resucitó al joven. Y se lo entregó a su madre. Todo por Amor, el del Todopoderoso.
JESÚS, gracias por mostrar un corazón tan tierno.
Eleuterio Fernández Guzmán
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