Esta parte de una biografía que sobre
nuestro santo la podemos encontrar en multitud de
sitios de la red de redes o en los libros que sobre él se han escrito.
Hasta hace bien poco hemos dedicado este
espacio a escribir sobre lo que el hermano Rafael había dejado dicho en su
diario “Dios y mi alma”. Sin embargo, como es normal, terminó en su momento
nuestro santo de dar forma a su pensamiento espiritual.
Sin embargo, San Rafael Arnáiz Barón había
escrito mucho antes de dejar sus impresiones personales en aquel diario. Y algo
de aquello es lo que vamos a traer aquí a partir de ahora.
Bajo el título “Saber esperar” se han
recogido muchos pensamientos, divididos por temas, que manifestó el hermano
Rafael. Y a los mismos vamos a tratar de referirnos en lo sucesivo.
“Saber Esperar” – La felicidad de la Cruz
“¡Ah!, ¡si yo supiera decir al
mundo dónde está la verdadera felicidad! Pero el mundo esto no lo entiende ni
lo puede entender, pues para entender la Cruz hay que amarla, y para amarla hay
que sufrir; mas no sólo sufrir, sino amar el sufrimiento…, y en esto, qué
pocos, Señor, te siguen al Calvario...”. (“Saber esperar”, punto 314)
Al parecer, el
hermano Rafael no sabe decir al mundo dónde está la verdadera felicidad. En
realidad, lo que pasa es que, como reconoce él mismo, es el mundo el que carece
de cierta capacidad de entendimiento…
En realidad, San
Rafael Arnáiz Barón sabe más que bien dónde se encuentra la verdadera
felicidad. Y es que hay dos tipos de felicidad: la que procede de la vivencia
humana y de nuestros gozos cotidianos y la que procede de Dios, así, dicho, así
de simple de decir.
Entender la Cruz… Es
un tema algo más que complicado para un ser humano que vive en el mundo pero
que, al parecer, no acaba de discernir lo que supone ser hijo de Dios,
descendencia del Todopoderoso y Creador.
Para entender la
Cruz, sí, hay que tener preparado el corazón… ¡para sufrir!
Aquí encontramos un
escollo no pequeño sino, al contrario, grande y bien grande. Y es que el
hermano Rafael nos habla de amar la Cruz y, ¡vaya!, no es fácil amar el
sufrimiento… como bien sabe cualquiera.
Ya vamos dando pasos
hacia la felicidad: está la Cruz… y amarla está también.
Sin duda hay que
sufrir para amar la Cruz. Y aquí, creemos, ya no se refiere a la de Cristo (que
se entiende comprendido el cómo y todo lo demás que afecta a la misma y al
Mesías) sino a la que cada cual llevamos. Y es que no hay dudad que llevamos,
como poco, una, cuando no más de una…
Pues bien, para amar
el hecho mismo de sufrir, de cargar con nuestra/s cruz/ces y, así, estar más
cerca de comprender a la de Cristo, hay que tener más que claro qué fe tenemos
y en qué se apoya la misma. Y entonces, sólo entonces, seremos capaces, al
menos, de comprender algo de lo que todo esto supone. Y ya podemos imaginar que
la cosa no es fácil tan como somos muchos…
El hermano Rafael ama
la Cruz, la de Cristo y, por extensión, la que él mismo pueda llevar a cuestas,
en su corazón, cargándola. Y eso le permite dirigirse a todo aquel que quiera
escucharlo para decirle que la verdadera felicidad, la que lleva a la vida
eterna tiene todo que ver con eso, con la santísima Cruz del Hijo de Dios, con
la Sangre que allí quedó vertida y, en fin, con todo lo que supone la misma
para un discípulo suyo.
Sobre la incapacidad
general que tenemos de seguir a Cristo al Calvario baste decir que entonces,
apenas unas pocas mujeres (tres, que sepamos) y un discípulo, Juan, el más
joven de entre los Apóstoles tuvieron el valor y el amor como para estar allí
presentes. ¡Qué decir, de nosotros, que a tantos siglos de distancia estamos…!
San Rafael Arnáiz
Barón sabe que es crucial, para nosotros, no sólo creer en la Cruz sino tenerla
como importante en nuestra vida. Y mirarla bien de cerca para, así, ver que
allí está colgado nuestro hermano Jesucristo. Y que él nos mira, aún hoy nos
mira, porque no somos capaces de ser como quiere que seamos.
Eleuterio Fernández Guzmán
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