16 de octubre de 2018

Ser mansos y humildes



Mt 11, 25-30


“25 En aquel tiempo, tomando Jesús la palabra, dijo: ‘Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños. 26 Sí, Padre, pues tal ha sido tu beneplácito. 27 Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce bien al Hijo sino el Padre, ni al Padre le conoce bien nadie sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. 28 ‘Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso. 29 Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas.’”


COMENTARIO

Decir aquello era muy difícil de entender por los poderosos y aquellos que se sentían superiores. Y es que dar a entender que Dios no les daba a conocer lo importante era muy duro para ciertos corazones.

Pero Cristo lo tiene muy claro. Y, para aquellos que no quieren estar de acuerdo con la verdad según la cual el hijo de María era plenamente consciente de ser el Mesías, lo pone sobre la mesa: sólo el Hijo conoce al Padre. Y con eso está todo dicho.

Pero es Jesucristo quien sabe que acudiendo a Él toda desazón desaparece y la esperanza nunca deja de ocupar el corazón del hombre. Y enseña, además que hay que ser humilde y manso lo cual, cierto es, no parece ser para todos los corazones…


JESÚS,  enséñanos tu mansedumbre y tu humildad.

Eleuterio Fernández Guzmán

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