Viernes
XXXI del tiempo ordinario
Lc 6,1-8
“En aquel tiempo, Jesús decía a sus discípulos: ‘Había un hombre
rico que tenía un administrador a quien acusaron ante él de malbaratar su
hacienda; le llamó y le dijo: ‘¿Qué oigo decir de ti? Dame cuenta de tu
administración, porque ya no podrás seguir administrando’. Se dijo a sí mismo
el administrador: ‘¿Qué haré, pues mi señor me quita la administración? Cavar,
no puedo; mendigar, me da vergüenza. Ya sé lo que voy a hacer, para que cuando
sea removido de la administración me reciban en sus casas’.
‘Y convocando
uno por uno a los deudores de su señor, dijo al primero: ‘¿Cuánto debes a mi
señor?’. Respondió: ‘Cien medidas de aceite’. Él le dijo: ‘Toma tu recibo,
siéntate en seguida y escribe cincuenta’. Después dijo a otro: ‘Tú, ¿cuánto
debes?’. Contestó: ‘Cien cargas de trigo’. Dícele: ‘Toma tu recibo y escribe
ochenta’.
‘El
señor alabó al administrador injusto porque había obrado astutamente, pues los
hijos de este mundo son más astutos con los de su generación que los hijos de
la luz’”.
COMENTARIO
Resulta
curioso el resultado de la acción de aquel hombre que, habiendo sido un siervo
infiel, consigue que su antiguo señor alabe lo que ha hecho. Recordamos que no
ha hecho nada bueno sino, en todo caso, seguir engañando a quien le había dado
de comer.
Jesús
nos quiere decir mucho con esto. Como siempre, trata de enseñar a los que,
entonces, escuchaban aquellas palabras y a los que, con el paso de los siglos,
hemos seguido escuchándolo.
En
lo último está la verdad de esto: debemos tener en cuenta que el mundo es muy
pillo y que siempre va a procurar engañar a los hijos de la luz. El mundo es
más astuto pero los hijos de la luz sabemos que está perdido.
JESÚS, ayúdanos a no
dejarnos engañar por el mundo.
Eleuterio
Fernández Guzmán
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