Jn 15,1-8
“En
aquel tiempo, Jesús habló así a sus discípulos: ‘Yo soy la vid verdadera, y mi
Padre es el viñador. Todo sarmiento que en mí no da fruto, lo corta, y todo el
que da fruto, lo limpia, para que dé más fruto. Vosotros estáis ya limpios
gracias a la Palabra que os he anunciado. Permaneced en mí, como yo en
vosotros. Lo mismo que el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo, si no
permanece en la vid; así tampoco vosotros si no permanecéis en mí.
‘Yo soy la vid; vosotros los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto; porque separados de mí no podéis hacer nada. Si alguno no permanece en mí, es arrojado fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen, los echan al fuego y arden. Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que queráis y lo conseguiréis. La gloria de mi Padre está en que deis mucho fruto, y seáis mis discípulos”.
COMENTARIO
Jesús utiliza elementos
de la vida ordinaria de su pueblo. Así habla de las ovejas, de la semilla que
se siembra y, aquí, de la vid. La vid es un buen ejemplo porque el pueblo judío
se tenía como la que había sido plantada por Dios y se consideraba fruto de
aquella vida.
Jesús quiere que
aquellos que son discípulos permanezcan en su corazón. Pero también quiere que
su corazón permanezca en nosotros. Sólo así se alcanza la vida eterna. Y lo
debemos hacer porque los sarmientos no pueden vivir alejados de la vida en la
que nacieron y crecieron para dar fruto.
Pero Jesús dice algo
más que nunca deberíamos olvidar: existe el Infierno y allí van a parar
aquellos que, conociendo a Jesús, no quieren permanecer en Él. Y no se trata de
una amenaza vana sino de algo que es cierto porque lo dice el Hijo de Dios.
JESÚS, ayúdanos a permanecer en ti y que
tú permanezcas en nosotros.
Eleuterio Fernández
Guzmán
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