Lunes IV de Pascua
Jn 10,1-10
“En aquel tiempo, Jesús habló así: ‘En verdad, en verdad os
digo: el que no entra por la puerta en el redil de las ovejas, sino que escala
por otro lado, ése es un ladrón y un salteador; pero el que entra por la puerta
es pastor de las ovejas. A éste le abre el portero, y las ovejas escuchan su
voz; y a sus ovejas las llama una por una y las saca fuera. Cuando ha sacado
todas las suyas, va delante de ellas, y las ovejas le siguen, porque conocen su
voz. Pero no seguirán a un extraño, sino que huirán de él, porque no conocen la
voz de los extraños’. Jesús les dijo esta parábola, pero ellos no comprendieron
lo que les hablaba.
Entonces Jesús les dijo de nuevo: ‘En verdad, en verdad os digo: yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido delante de mí son ladrones y salteadores; pero las ovejas no les escucharon. Yo soy la puerta; si uno entra por mí, estará a salvo; entrará y saldrá y encontrará pasto. El ladrón no viene más que a robar, matar y destruir. Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia’”.
COMENTARIO
Jesús avisa acerca de la forma en la que muchos quieren entrar en el
definitivo Reino de Dios, en la vida eterna. Está la forma que no tiene que ver
nada con la que el Creador quiere y está la que es apropiada: ser miembro del
pueblo de Dios.
Jesús no se anda con disimulos: Él es la puerta por la que se entra en
el Cielo. Lo dice con toda claridad. Por tanto, sólo se llega al definitivo
Reino de Dios a través del Hijo que vino por primera vez en tiempos de Poncio
Pilato.
Pero Jesús añade algo más que es crucial para nuestra vida de discípulos
suyos: vino al mundo para que la vida fuera eterna y para que sus discípulos,
aquellos que lo aceptan como Mesías, alcancen el mayor bien que pudiera soñar:
estar con Dios, vivir la bienaventuranza, tener la visión beatífica.
JESÚS, ayúdanos a no olvidar nunca Quién eres.
Eleuterio Fernández Guzmán
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