2 de diciembre de 2014

Darse cuenta de lo que es importante


Martes I de Adviento


Lc 10,21-24

En aquel momento, Jesús se llenó de gozo en el Espíritu Santo, y dijo: ‘Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, pues tal ha sido tu beneplácito. Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre; y quién es el Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar’. Volviéndose a los discípulos, les dijo aparte: ‘¡Dichosos los ojos que ven lo que veis! Porque os digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que vosotros veis, pero no lo vieron, y oír lo que vosotros oís, pero no lo oyeron’”.

COMENTARIO

Jesús bendice a Dios o, lo que es lo mismo, le da gracias porque sabe que el Creador siempre quiere lo mejor para su descendencia. Y entre lo mejor está, sin duda alguna, aquello que tiene relación con el conocimiento de lo verdaderamente importante.

Cuando Jesús dice que sólo Él conoce al Padre no dice nada exagerado. Y tal es así porque hasta que el muere no baja al limbo de Abrahám para salvar a los justos que habían muerto antes de su llegada al mundo. Entonces, pues, en aquel momento en el que Jesús habla, nadie ha ido al Cielo como lo entendemos que se produce desde que Cristo abrió su puerta tras su muerte.

No es de extrañar que Jesús entienda que los que le oyen deben gozar por aquello que están viendo y que muchos otros, profetas incluidos quisieron ver y no pudieron. 
                                                                                                          


JESÚS, ayúdanos a ser del grupo de los que comprenden lo verdaderamente importante.

Eleuterio Fernández Guzmán


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