13 de noviembre de 2013

Las gracias de Cristo




Miércoles XXXII del tiempo ordinario

Lc 17,11-19

“Un día, de camino a Jerusalén, Jesús pasaba por los confines entre Samaría y Galilea, y, al entrar en un pueblo, salieron a su encuentro diez hombres leprosos, que se pararon a distancia y, levantando la voz, dijeron: ‘¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros!’. Al verlos, les dijo: ‘Id y presentaos a los sacerdotes’.

Y sucedió que, mientras iban, quedaron limpios. Uno de ellos, viéndose curado, se volvió glorificando a Dios en alta voz; y postrándose rostro en tierra a los pies de Jesús, le daba gracias; y éste era un samaritano. Tomó la palabra Jesús y dijo: ‘¿No quedaron limpios los diez? Los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha habido quien volviera a dar gloria a Dios sino este extranjero?’. Y le dijo: ‘Levántate y vete; tu fe te ha salvado’’”.

COMENTARIO

La fama de santidad se adelantaba a los lugares por donde iba pasando Jesús. Por eso era de lo más normal que, cuando llegaba a un lugar ya había personas esperando para pedir por sus necesidades.

Aquellos leprosos lo pasaban muy mal. No se trataba, que ya era suficiente, de una enfermedad muy grave e incurable sino que la misma los incapacitaba para vivir en sociedad. Y eso los mataba, literalmente, de hambre y de otras muchas necesidades.

Pero no todos los que quedaron curados agradecieron a Jesús el gran favor que había hecho por ellos. Sólo uno, y además extranjero, se volvió para dar gracias. Y es que Jesús sabía que su llamada no era, en exclusiva, para el pueblo judío sino para toda la humanidad.




JESÚS, tus beneficios para nosotros, tus hermanos e hijos de Dios, son innumerables. También el mucho desagradecimiento que muchas veces te mostramos. Ayúdanos a no caer en tal tentación.





Eleuterio Fernández Guzmán


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