Jueves XXXIII del tiempo
ordinario
Lc 19,41-44
“En aquel tiempo, Jesús, al acercarse a Jerusalén y
ver la ciudad, lloró por ella, diciendo: ‘¡Si también tú conocieras en este día
el mensaje de paz! Pero ahora ha quedado oculto a tus ojos. Porque vendrán días
sobre ti, en que tus enemigos te rodearán de empalizadas, te cercarán y te
apretarán por todas partes, y te estrellarán contra el suelo a ti y a tus hijos
que estén dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, porque no has
conocido el tiempo de tu visita’”.
COMENTARIO
Conocer lo que Dios nos dice
La voluntad
de Dios es fundamental para quien se considere hijo suyo. Conocerla, pues,
resulta esencial para llevar una vida que sea acorde con lo que el Creador quiere
de nosotros.
Someterse a la voluntad de Dios
Incluso
aquello que puede resultar más perjudicial para nosotros pero dependa de lo que
Dios quiera para nosotros, ha de ser tenido en cuenta. Dios, que nos ama, no
puede querer nada para sus hijos que sea malo o, en el fondo, no le venga bien.
Lo que ha pasado, ha de morir
Antes de
ser considerados, por nosotros mismos, hijos de Dios, éramos hijos del mundo,
hijos rebeldes de Adán. Pero cuando reconocemos que Dios es nuestro Padre,
desde entonces, dejamos de ser esclavos del Demonio, del mundo y de la carne.
JESÚS, nos amas tanto como hermanos tuyos y como hijos
tuyos que no cesas de advertirnos acerca de lo que nos conviene. Ayúdanos
a no hacer oídos sordos a tus palabras.
Eleuterio
Fernández Guzmán
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