22 de noviembre de 2013

El celo de Cristo por la fe





Viernes XXXIII del tiempo ordinario


Lc 19,45-48

En aquel tiempo, entrando Jesús en el Templo, comenzó a echar fuera a los que vendían, diciéndoles: “Está escrito: ‘Mi casa será casa de oración’. ¡Pero vosotros la habéis hecho una cueva de bandidos!!”. Enseñaba todos los días en el Templo. Por su parte, los sumos sacerdotes, los escribas y también los notables del pueblo buscaban matarle, pero no encontraban qué podrían hacer, porque todo el pueblo le oía pendiente de sus labios.”


COMENTARIO

Jesús era un hombre tranquilo y un hombre de paz. Sin embargo, la paz que Él defendía no era la que, muchas veces, entiende el mundo que es la misma. En alguna que otra ocasión tuvo que demostrar que la paz va más allá de la falta de conflictos.

Jesús parece enojado. No es poco cierto que tiene motivos más que suficientes como para estarlo. La Casa de Dios, la Casa de su Padre, ha sido convertida en un mercado donde de comercia con cosas sagradas y donde se hace negocio con la fe.

Lo que entonces hace Jesús le granjea muchos enemigos. A los que ostentaban el poder y se beneficiaban del mismo no les gusta, para nada, que nadie venga a decir que lo que hacen no es bueno a los ojos de Dios. ¡Si, al fin y al cabo, se hacía por el Creador!. En realidad, estaban más que ciegos.

JESÚS, cuando te enojas de aquella forma no es por falta de razón. Ayúdanos a no caer en los mismos errores que aquellos a los que te dirigías entonces.





Eleuterio Fernández Guzmán


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