Miércoles III de Pascua
Jn 6, 35-40
“En aquel tiempo, Jesús dijo a la
gente: ‘Yo soy el pan de la vida. El que venga a mí, no tendrá hambre, y el que
crea en mí, no tendrá nunca sed. Pero ya os lo he dicho: Me habéis visto y no
creéis. Todo lo que me dé el Padre vendrá a mí, y al que venga a mí no lo
echaré fuera; porque he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la
voluntad del que me ha enviado. Y esta es la voluntad del que me ha enviado;
que no pierda nada de lo que él me ha dado, sino que lo resucite el último día.
Porque esta es la voluntad de mi Padre: que todo el que vea al Hijo y crea en
Él, tenga vida eterna y que yo le resucite el último día’”.
COMENTARIO
Lo que dice Jesús en este texto de San
Juan es demasiado importante como para dejarlo atrás o tenerlo por no puesto.
Nos dice, por ejemplo, que Él es la verdadera comida y la verdadera bebida y
que comerlo y beberlo supone no tener, nunca, hambre o sed.
Jesús, sin embargo, actúa y lleva a
cabo la misión encomendada por Dios cumpliendo, no por casualidad, la voluntad
del Creador. Así muestra fidelidad hacia quien lo ha engendrado y enviado al
mundo a salvar a la humanidad.
Nos pide, sin embargo, algo el Hijo de
Dios: debemos creer en Él porque la creencia en Jesús supone la creencia en
Dios mismo. Entonces, la vida eterna, vivir para siempre en el definitivo Reino
de Dios, está a nuestro alcance. Y resucitar, no olvidemos, cuando Jesús
regrese, en su Parusía.
JESÚS, es tan importante creer en Ti
que no cesas de recomendarlo, sin obligar, a quien te quiera escuchar. El
problema es que, en demasiadas ocasiones, no queremos escucharte.
Eleuterio Fernández Guzmán
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