“Una voz se escucha en Ramá: gemidos y llanto amargo: Raquel está llorando a sus hijos, y no se consuela, porque ya no existen” (Jr 31,15).
Siempre me he preguntado la razón por la cual el día en el que recordamos una matanza hay personas que les da por mentir y por hacer broma a costa de aquellos muertos que, no deberíamos olvidar, son tan nuestros…
A lo mejor es algún tipo de perversidad humana que gusta de disfrutar con el llanto ajeno…
Ciertamente, las personas que, en sus primeros años de vida, murieron a manos de la perversidad y el egoísmo, dieron su sangre para que se salvara la del Hijo de Dios y fueron, para los creyentes, mártires que, en su diminuta existencia, ya eran santos.
No extraña, por eso mismo, que se les llame Santos Inocentes porque eran, como santos, privilegiados desde el corazón de Dios y, como no culpables de nada, amados especialmente por el Creador tal como, luego, haría Jesucristo con los más inocentes de todos sus contemporáneos a los que tan a gusto permitía que se acercaran y a los que ponía como ejemplo del tipo de actuación que se tenía que llevar a cabo.
Ponía a los más desfavorecidos de la sociedad como espejo donde mirarse. Así era nuestro hermano en cuya persona y nombre muchos murieron.
Y, sin embargo, hoy día también hay muchos inocentes que tratan de matar a base de malas artes y de manipulaciones. Tampoco ha cambiado mucho el Mal porque sigue actuando con malas artes y aprovechándose de la inocencia de muchos de los hijos de Dios.
¿Qué cantidad de niños son abortados, al año, en nuestras “cristianas” naciones?
Bien sabemos que son muchos, demasiados y que, por eso mismo, el número de inocentes se incrementa cada día.
¿En nombre de quién son matados?
Aquel Rey que buscaba acabar con la vida de Quien, al parecer, amenazaba su reino tiene, ahora mismo, sus émulos, pues muchos son los que creen que, como aquel otro, pueden disponer de la vida ajena y hacer con ella lo que les plazca o lo que el egoísmo de otros les parezca.
A eso lo llaman progreso y a matar, derecho.
Y también estos son inocentes y, en el sentido de aquellos otros, santos también a los ojos de los que creemos que la vida es importante desde que se inicia, tras la fecundación y no después (aunque, claro, también después)
Muchos, por una parte, estarán haciendo mofa de aquellas personas que dieron su vida para que Cristo no diera la suya. Ellos no sabían nada del por qué de aquella injusta muerte pero nosotros, los que sí sabemos la sinrazón de la misma no podemos olvidar su sacrificio porque es importante y fue decisivo para la historia de la humanidad.
Sin embargo, otras personas no están a lo que hay que estar porque, ciertamente, la forma de considerar temas tan importantes como éste es, sin duda, distinta.
Depende, todo, del corazón de cada cual.
Eleuterio Fernández Guzmán
Publicado en Soto de la Marina
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