Lunes XXIII del tiempo ordinario
Lc 6,6-11
“Sucedió que entró Jesús otro sábado en la sinagoga
y se puso a enseñar. Había allí un hombre que tenía la mano derecha seca.
Estaban al acecho los escribas y fariseos por si curaba en sábado, para
encontrar de qué acusarle. Pero Él, conociendo sus pensamientos, dijo al hombre
que tenía la mano seca: ‘Levántate y ponte ahí en medio’. Él, levantándose, se
puso allí. Entonces Jesús les dijo: ‘Yo os pregunto si en sábado es lícito
hacer el bien en vez de hacer el mal, salvar una vida en vez de destruirla’. Y
mirando a todos ellos, le dijo: ‘Extiende tu mano’. Él lo hizo, y quedó
restablecida su mano. Ellos se ofuscaron, y deliberaban entre sí qué harían a
Jesús.”
COMENTARIO
Aunque Jesús tenía bastantes seguidores no podemos
negar que lo que decía y, también, lo que hacía y por qué lo hacía no era bien
visto por otras muchas personas. No es difícil creer, por lo tanto, que
quisieran hacerle daño.
La Misericordia de Dios era aquello que Jesús
quería que se trasladase al mundo y que los hijos del Creador, hermanos suyos,
fueran capaces de tener en cuenta las necesidades de sus prójimos y tenerlas
como importantes para ellos.
Curar o dejar pasar la enfermedad de un necesitado
eran decisiones que podrían muy bien haber tomado aquellos que seguían a Jesús
o aquellos que veían lo que hacían. Sin embargo, muchos de ellos no tenían en
cuenta sino sus propios intereses egoístas y mundanos e interpretaban lo que
hacía el Maestro como un ataque a la Ley de Dios que, además, no comprendían ni
seguían en aquello referido, por ejemplo, a la misericordia.
JESÚS, por
mucho que te atacaran sabías a la perfección cuál era la misión que tenías que
cumplir. Sin embargo, al igual que aquellos que te perseguían nosotros también
manifestamos ciertos síntomas de falta de fe.
Eleuterio Fernández Guzmán
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