11 de septiembre de 2012

Contemplar para creer, tener fe y sentirnos hijos de Dios








Esencial para nuestra vida de creyentes, la contemplación nos ayuda a reconocernos en el mundo porque nos sirve como medio de comprensión del mismo.

Creemos porque, al contemplar la gloria de Dios, nos confirmamos en lo que se nos dio. Ya no basta con tener una fe entregada sino que, al contrario, hemos de formar y conformar de acuerdo a la voluntad del Padre.

Entonces, cuando pensamos en Dios y lo hacemos de forma intensa contemplamos su Divino Ser y fomentamos, en nosotros, la creencia que nos sostiene.

Nos adherimos al misterio del reino de Dios y, entonces, situamos de una forma más adecuada la fe en nuestra vida y, a la vez, nos sentimos, en verdad y de verdad, hijos de Dios que saben que tal filiación les obliga a llevar un comportamiento distinto al de quien, simplemente, no cree.

¿Cómo, de todas formas, contemplamos a Dios en nuestra vida cotidiana?

Diversas son las circunstancias a partir de las cuales la contemplación es posible para nosotros, los creyentes en Dios Único y Creador:

1.-En la creación misma.

2.-En los demás.

3.-En las Sagradas Escrituras.

4.-En nosotros mismos.

Sin embargo, es posible que haya personas que sean capaces de contemplar a Dios de alguna otra forma. Cada cual ha de encontrar el modo de contemplación que sea más adecuado para su vida y circunstancias porque algo hay en común en todo intento: la búsqueda de Dios.

A Dios lo buscamos porque sabemos que es uno que lo es personal y, por eso mismo, tenemos necesidad de hacerlo presente en nuestra vida y tal realidad espiritual ha de ser querida por cualquier cristiano, aquí católico.

No podemos decir, por lo tanto, que la contemplación pueda ser exclusivamente gozo de las personas que han escogido una vida apartada del mundo para estar en el mundo sino, al contrario, de todos los que nos sabemos criaturas del Creador pues todos fuimos creados para existir y, con la existencia, para la contemplación de lo que nos rodea y de Dios, Todopoderoso que, son su bondad, quiso y quiere que seamos fieles a su voluntad.

Eleuterio Fernández Guzmán


Publicado en Soto de la Marina

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