Lunes XIII del tiempo ordinario
Mt 8,18-22
“En aquel tiempo, viéndose Jesús rodeado de la
muchedumbre, mandó pasar a la otra orilla. Y un escriba se acercó y le dijo: ‘Maestro,
te seguiré adondequiera que vayas’. Dícele Jesús: ‘Las zorras tienen guaridas,
y las aves del cielo nidos; pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la
cabeza’. Otro de los discípulos le dijo: ‘Señor, déjame ir primero a enterrar a
mi padre’. Dícele Jesús: ‘Sígueme, y deja que los muertos entierren a sus
muertos’”
COMENTARIO
Es cierto que muchos de los querían seguir a Jesús
lo hacían porque no conocían, en realidad, la vida que llevaba y que no era,
precisamente, llena de riquezas o de mundanidades. Lo seguían sin saber lo que
les esperaba.
Cada cual tiene lo que las circunstancias de la
vida le ponen ante su realidad. Así, las aves tienen lo que Dios les da y el
ser humano lo que se procura. Pero el Hijo del Hombre no tenía, como dice
Cristo, ni siquiera un lugar donde descansar porque toda su vida la daba al
prójimo que lo necesitaba.
Seguir a Cristo suponía, y supone, no mirar hacia
atrás o, lo que es lo mismo, olvidarse de la vida que se había llevado hasta
entonces. Quien no quería cambiar su corazón y dejarlo de tener de piedra
estaba, para el Reino de Dios, muerto y, por eso mismo, Jesús recomienda que,
quien no se convierta es mejor que siga como quería seguir su vida.
JESÚS, seguir
supone hacer sacrificios mundanos porque el mundo y Dios no suelen ir de la
mano. Sin embargo, en demasiadas ocasiones preferimos al mundo a Ti y, así, al
Creador.
Eleuterio Fernández Guzmán
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