23 de junio de 2022

El Bautista

Lc 1, 57-66.80



“Cuando llegó el tiempo en que Isabel debía ser madre, dio a luz un hijo. Al enterarse sus vecinos y parientes de la gran misericordia con que Dios la había tratado, se alegraban con ella.

A los ocho días, se reunieron para circuncidar al niño, y querían llamarlo Zacarías, como su padre; pero la madre dijo: ‘No, debe llamarse Juan’.

Ellos le decían: ‘No hay nadie en tu familia que lleve ese nombre’.

Entonces preguntaron por señas al padre qué nombre quería que le pusieran.


Éste pidió una pizarra y escribió: ‘Su nombre es Juan’.


Todos quedaron admirados. Y en ese mismo momento, Zacarías recuperó el habla y comenzó a alabar a Dios.


Este acontecimiento produjo una gran impresión entre la gente de los alrededores, y se lo comentaba en toda la región montañosa de Judea. Todos los que se enteraron guardaban este recuerdo en su corazón y se decían: ‘¿Que llegará a ser este niño?’ Porque la mano del Señor estaba con él.
El niño iba creciendo y se fortalecía en su espíritu; y vivió en lugares desiertos hasta el día en que se manifestó a Israel.”



COMENTARIO


Este momento de la historia de la salvación es bastante importante. Y es que aquello que le dijo el Ángel a Zacarías acerca del hijo que iba a tener su esposa Isabel se había cumplido e, incluso, había recuperado la voz cuando se le dijo que la recuperaría.


Aquel niño, que había saltado en el seno de Isabel cuando su prima María la había visitado tres meses antes de dar a luz, iba a ser aquel que iba a presentar al mundo al Mesías, al Cordero de Dios.


Es cierto y verdad que Juan había venido al mundo acompañado de muchos prodigios y por eso se pregunta la gente qué sería de aquel recién nacido. Y nosotros, tantos siglos después sabemos lo que de él: fiel a Dios hasta las últimas consecuencias.



JESÚS, da las gracias a tu primo Juan por ser como fue.



Eleuterio Fernández Guzmán

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