4 de noviembre de 2020

Las difíciles palabras de Cristo


Lc 14, 25-33

"Caminaba con él mucha gente y, volviéndose, les dijo: 'Si alguno viene junto a mí y no odia a su padre, a su madre, a su mujer, a sus hijos, a sus hermanos, a sus hermanas y hasta su propia vida, no puede ser discípulo mío. El que no lleve su cruz y venga en pos de mí, no puede ser discípulo mío. 'Porque ¿quién de vosotros, que quiere edificar una torre, no se sienta primero a calcular los gastos y ver si tiene para acabarla? No sea que, habiendo puesto los cimientos y no pudiendo terminar, todos los que lo vean se pongan a burlarse de él, diciendo: `Éste comenzó a edificar y no pudo terminar.' O ¿qué rey, antes de salir contra otro rey, no se sienta a deliberar si con diez mil puede salir al paso del que viene contra él con veinte mil? Y si no, cuando el otro está todavía lejos, envía una embajada para pedir condiciones de paz. Pues, de igual manera, cualquiera de vosotros que no renuncie a todos sus bienes no puede ser discípulo mío.'"



COMUNICACIÓN


No podemos negar que cuando alguien escucha lo que recoge el Evangelio de San Lucas en el texto de hoy, es posible que se piense muy mucho ser discípulo del Hijo de Dios o seguir siéndolo. Lo que pasa es que Jesucristo, al hablar, lo hace con la Verdad en la boca.

En realidad, ya podemos imaginar que Jesucristo no quiere que odiemos, así dicho, a nuestra familia sino que tengamos en cuenta que, para seguirlo a Él debemos dejar cosas atrás sin querer decir eso que olvidemos a nadie y que hagamos como si nunca lo hubiéramos conocido aunque es cierto y verdad que, a veces, para seguir al Hijo de Dios hay que hacer renuncias…

Nos dice, de todas formas, Jesucristo que antes de seguirlo es conveniente que sopesemos si, en verdad, queremos seguirlo pues tal seguimiento ha de tener consecuencias en nuestra vida.



JESÚS, gracias por decir las cosas como son.


Eleuterio Fernández Guzmán

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