Mc 3, 22-30
“22
Los escribas que habían bajado de Jerusalén decían: ‘Está poseído por Beelzebul’
y ‘por el príncipe de los demonios expulsa los demonios.’ 23 El, llamándoles
junto a sí, les decía en parábolas: ‘¿Cómo puede Satanás expulsar a Satanás? 24
Si un reino está dividido contra sí mismo, ese reino no puede subsistir. 25 Si una casa está dividida contra sí misma,
esa casa no podrá subsistir. 26 Y si Satanás se ha alzado contra sí mismo y
está dividido, no puede subsistir, pues ha llegado su fin. 27 Pero nadie puede
entrar en la casa del fuerte y saquear su ajuar, si no ata primero al fuerte;
entonces podrá saquear su casa. 28 Yo os aseguro que se perdonará todo a los
hijos de los hombres, los pecados y las blasfemias, por muchas que éstas sean. 29
Pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo, no tendrá perdón nunca, antes
bien, será reo de pecado eterno.’ 30 Es que decían: ‘Está poseído por un
espíritu inmundo.’’
COMENTARIO
Resulta
curioso, o no tanto si bien lo pensamos, que este texto bíblico empiece y
termine con lo mismo. Y es que, al parecer, había quien creía que el Hijo de Dios
no lo era del Todopoderoso sino, al contrario, un elegido del Mal y de Satanás.
En
realidad, lo que pasaba es que muchos no acababan de entender que, siendo Dios
hecho hombre, Jesucristo tenía poder sobre todo y, en tal todo, entraban los
demonios. Podía, por tanto, dominarlos y echarlos de allí de donde estaban.
Jesucristo,
de todas formas, como era y es bueno, advierte a los que le quieran escuchar acerca
de que hagan como hacen aquellos que blasfeman contra el Espíritu Santo. Y, en
realidad, ni le convenía a ellos hacer eso ni nos conviene a nosotros porque
seremos reos de una condenación que no termina ni mañana ni pasado ni dentro del
tiempo que se quiera pensar. Ciertamente, una condenación como es para siempre,
siempre, siempre.
JESÚS, gracias por decirnos la verdad como merecemos
sabrela.
Eleuterio Fernández Guzmán
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