Mt
18, 21-25
“21 Pedro se acercó
entonces y le dijo: ‘Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar las ofensas que
me haga mi hermano? ¿Hasta siete veces?’ 22 Dícele Jesús: ‘No te digo hasta
siete veces, sino hasta setenta veces siete’. 23 ‘Por eso el Reino de los
Cielos es semejante a un rey que quiso ajustar cuentas con sus siervos. 24 Al
empezar a ajustarlas, le fue presentado uno que le debía 10.000 talentos. 25
Como no tenía con qué pagar, ordenó el señor que fuese vendido él, su mujer y
sus hijos y todo cuanto tenía, y que se le pagase. 26 Entonces el siervo se
echó a sus pies, y postrado le decía: ‘Ten paciencia conmigo, que todo te lo
pagaré.’ 27 Movido a compasión el señor de aquel siervo, le dejó en libertad y
le perdonó la deuda. 28 Al salir de allí aquel siervo se encontró con uno de
sus compañeros, que le debía cien denarios; le agarró y, ahogándole, le decía: ‘Paga
lo que debes.’ 29 Su compañero, cayendo a sus pies, le suplicaba: ‘Ten
paciencia conmigo, que ya te pagaré.’ 30 Pero él no quiso, sino que fue y le
echó en la cárcel, hasta que pagase lo que debía. 31 Al ver sus compañeros lo
ocurrido, se entristecieron mucho, y fueron a contar a su señor todo lo
sucedido. 32 Su señor entonces le mandó llamar y le dijo: ‘Siervo malvado, yo
te perdoné a ti toda aquella deuda porque me lo suplicaste. 33 ¿No debías tú
también compadecerte de tu compañero, del mismo modo que yo me compadecí de
ti?" 34 Y encolerizado su señor, le entregó a los verdugos hasta que
pagase todo lo que le debía. 35 Esto mismo hará con vosotros mi Padre
celestial, si no perdonáis de corazón cada uno a vuestro hermano”.
COMENTARIO
No podemos negar que
tiene mucha fuerza espiritual la parábola de los talentos que debe una persona
a otra. Y es que aquella cantidad, si la llevamos a lo que sería hoy día una
deuda económica era, al parecer, una barbaridad, mucho dinero. Lo que pasa es
que el corazón de la persona a quien se le debe dinero es tierno y perdona una
deuda tan grande a quien tanto le debe que, como sabemos, no devuelve el mismo
trato a quien le debe, al contrario que debía él, una miseria.
El corazón, según nos
enseña el Hijo de Dios, ha de ser de carne, tierno y blando para perdonar a
quien algo nos debe: una ofensa o, en general, lo que sea. Por eso le dice a
Pedro que ha de perdonar a su hermano...¡siempre!
JESÚS,
gracias por
enseñarnos una lección tan importante como es la del perdón.
Eleuterio Fernández
Guzmán
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