Mc 9, 15-20a. 22b-29
“15
Toda la gente, al verle, quedó sorprendida y corrieron a saludarle. 16 El les
preguntó: ‘¿De qué discutís con ellos?’ 17 Uno de entre la gente le respondió: ‘Maestro,
te he traído a mi hijo que tiene un espíritu mudo 18 y, dondequiera que se
apodera de él, le derriba, le hace echar espumarajos, rechinar de dientes y le
deja rígido. He dicho a tus discípulos que lo expulsaran, pero no han podido.’19
El les responde: ‘¡Oh generación incrédula! ¿Hasta cuándo estaré con vosotros?
¿Hasta cuándo habré de soportaros? ¡Traédmelo!’ 20 Y se lo trajeron. Apenas el
espíritu vio a Jesús, agitó violentamente al muchacho y, cayendo en tierra, se revolcaba echando
espumarajos. 22 Y muchas veces le ha arrojado al fuego y al agua para acabar
con él; pero, si algo puedes, ayúdanos, compadécete de nosotros.’ 23 Jesús le
dijo: ‘¡Qué es eso de si puedes! ¡Todo es posible para quien cree!’ 24 Al
instante, gritó el padre del muchacho: ‘¡Creo, ayuda a mi poca fe!’ 25 Viendo
Jesús que se agolpaba la gente, increpó al espíritu inmundo, diciéndole: ‘Espíritu
sordo y mudo, yo te lo mando: sal de él y no entres más en él.’ 26 Y el
espíritu salió dando gritos y agitándole con violencia. El muchacho quedó como
muerto, hasta el punto de que muchos decían que había muerto. 27 Pero Jesús,
tomándole de la mano, le levantó y él se puso en pie. 28 Cuando Jesús entró en
casa, le preguntaban en privado sus discípulos: ‘¿Por qué nosotros no pudimos
expulsarle?’ 29 Les dijo: ‘Esta clase con nada puede ser arrojada sino con la oración.”
COMENTARIO
Aquel
hombre debía estar pasándolo muy. Aquejado por un mal que no lo dejaba tenía
difícil solución aquella enfermedad suya. Y, es más, los Apóstoles no pueden
terminar, ni con la oración, con aquella enfermedad o posesión diabólica.
El
Hijo de Dios sabe más que bien que los que con él viven, en su tiempo, no
tienen demasiada confianza ni en Dios ni en su Enviado. Y les dice una verdad
muy grave para ellos: con fe todo se puede.
Sus
Apóstoles no acaban de entender nada de lo que les pasa. Y es que para poder
terminar con aquellas posesiones hacía falta una fe muy grande y una capacidad
de orar tan grande como la necesidad de oración que, al parecer, no tenían
aquellos que le seguían.
JESÚS, gracias
por demostrar que todo lo puedes.
Eleuterio Fernández Guzmán
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