COMENTARIO
El Hijo de Dios, a lo
largo de aquellos días previos al Viernes Santo, manifestó que había llegado su
hora. Entonces sí había llegado la hora de Quien se iba a entregar por sus
hermanos los hombres como aún no había llegado (Cristo dixit) su hora en la
boda de Caná. Ahora sí era el momento.
Lo que ocurre entonces,
en aquella primera Semana Santa, ha quedado escrito para la historia de la
salvación, como esencial y como aquello que Dios quería. Es difícil y resulta
dificultoso aceptar una muerte como la que sufrió y padeció Jesucristo. Sin
embargo, lo hacemos porque sabemos que es lo que nuestro Creador quiere que
aceptemos.
Jesucristo sufrió lo
indecible. Eso lo sabe todo aquel que tenga conocimiento de las Sagradas
Escrituras y medite, aunque sea algo, acerca de aquellas últimas horas de la
vida del Santo por excelencia, del único que, de verdad, lo es según Dios
entiende que debe serlo.
JESÚS,
gracias por haber dado tu vida para que se
puedan abrir las puertas del Cielo y la salvación eterna no sea un sueño sino
una realidad gratuita por parte de Dios hacia quien quiera salvarse.
Eleuterio Fernández
Guzmán
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