Miércoles IV del tiempo ordinario
Mc 6,1-6
“En
aquel tiempo, Jesús salió de allí y vino a su patria, y sus discípulos le
siguieron. Cuando llegó el sábado se puso a enseñar en la sinagoga. La
multitud, al oírle, quedaba maravillada, y decía: ‘¿De dónde le viene esto?, y
¿qué sabiduría es ésta que le ha sido dada? ¿Y esos milagros hechos por sus
manos? ¿No es éste el carpintero, el hijo de María y hermano de Santiago, José,
Judas y Simón? ¿Y no están sus hermanas aquí entre nosotros?’. Y se
escandalizaban a causa de Él. Jesús les dijo: ‘Un profeta sólo en su patria,
entre sus parientes y en su casa carece de prestigio’. Y no podía hacer allí
ningún milagro, a excepción de unos pocos enfermos a quienes curó imponiéndoles
las manos. Y se maravilló de su falta de fe. Y recorría los pueblos del
contorno enseñando.”
COMENTARIO
No podemos negar que Cristo,
cuando caminaba por Israel, iba causando admiración. Tanto lo que hacía como lo
que decía manifestaba que no era un Maestro cualquiera sino que Dios estaba con
Él.
Cuando Jesús va a Galilea
muchos lo conocen. Por eso nos dice el texto bíblico que todos sabían que era
el hijo de María y de José. En realidad, al parecer, ignoraban que era el Hijo
de Dios y que había venido a salvarles.
El texto del Evangelio de
San Marcos nos dice toda claridad que muchos de los que lo conocían no tenían
fe. Y es que no podían imaginar que aquel hombre a quien conocían perfectamente
pudiese ser más que el carpintero.
JESÚS,
ayúdanos
a confiar en Ti.
Eleuterio Fernández Guzmán
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