Lc 1,46-56
“En aquel tiempo,
dijo María: ‘Engrandece mi alma al Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi
salvador porque ha puesto los ojos en la humildad de su esclava, por eso desde
ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada, porque ha hecho en mi
favor maravillas el Poderoso, Santo es su nombre y su misericordia alcanza de
generación en generación a los que le temen. Desplegó la fuerza de su brazo,
dispersó a los que son soberbios en su propio corazón. Derribó a los potentados
de sus tronos y exaltó a los humildes. A los hambrientos colmó de bienes y
despidió a los ricos sin nada. Acogió a Israel, su siervo, acordándose de la
misericordia —como había anunciado a nuestros padres— en favor de Abraham y de
su linaje por los siglos’.
COMENTARIO
María, sin duda inspirada por el Espíritu Santo, proclama esta oración
que está llena de verdad y de la voluntad del Creador. En ella se muestra hasta
qué punto puede llegar a cumplir lo prometido el Todopoderoso.
Se alegra el corazón de María porque Dios ha hecho con ella lo que
parece, lo que es, imposible para el hombre. Ella se entregó a la voluntad del
Creador y eso le valió llevarlo en su seno para que el mundo se salvar con el
nacimiento del Mesías.
Y por encima de todo la misericordia del Todopoderoso: hace lo bueno con
los que necesitan que se les haga y lo contrario con quienes se creen por
encima de los demás y abusan de ellos. Ahí radica la voluntad de Quien
pudiéndolo hacerlo todo hace lo que vale la pena hacer.
JESÚS, ayúdanos a
gozar con esta oración.
Eleuterio Fernández Guzmán
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