12 de mayo de 2015

El Espíritu Santo nos ilumina

Martes VI de Pascua

Jn 16,5-11

En aquel tiempo, Jesús habló así a sus discípulos: ‘Pero ahora me voy a Aquel que me ha enviado, y ninguno de vosotros me pregunta: ‘¿Adónde vas?’. Sino que por haberos dicho esto vuestros corazones se han llenado de tristeza. Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me voy, no vendrá a vosotros el Paráclito; pero si me voy, os lo enviaré: y cuando Él venga, convencerá al mundo en lo referente al pecado, en lo referente a la justicia y en lo referente al juicio; en lo referente al pecado, porque no creen en mí; en lo referente a la justicia porque me voy al Padre, y ya no me veréis; en lo referente al juicio, porque el Príncipe de este mundo está juzgado’”.


COMENTARIO

No hay que extrañarse de que los discípulos de Jesús que andaban con él por los caminos se entristecieran porque les dijera que debía morir. El caso es que Jesús les recompensa con una verdad muy importante que tiene que ver con la tercera persona de la Santísima Trinidad.

El Espíritu Santo lo iba a enviar Cristo en cuanto subiera a la Casa del Padre. Antes de eso o, mejor, para poder hacer eso, debía pasar por la muerte y una muerte de cruz. Pero la venida del Espíritu Santo, como luego vino sobre ellos, supondría mucho para la humanidad.

El Espíritu Santo no iba a venir al mundo a pasar el rato. No. El Espíritu Santo Dios debía cumplir una misión muy importante como era, por ejemplo, llevar al mundo por el camino recto hacia el definitivo Reino de Dios. Los iba a convencer de la Verdad y de todo aquello que no habían sido capaces de entender mientras Jesús se lo decía.



JESÚS, ayúdanos a escuchar las mociones del Espíritu Santo.


Eleuterio Fernández Guzmán

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