Lc 2,33-35
“En
aquel tiempo, el padre de Jesús y su madre estaban admirados de lo
que se decía de Él. Simeón les bendijo y dijo a María, su madre:
'Éste está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y
para ser señal de contradicción -¡y a ti misma una espada te
atravesará el alma!- a fin de que queden al descubierto las
intenciones de muchos corazones'”.
COMENTARIO
Aquel
anciano, Simeón, llevaba mucho tiempo esperando la salvación de su
pueblo, el judió. Muchas veces había pedido a Dios que le mostrase
el Mesías que, según las escrituras, tenía que enviar el Creador
para que la humanidad se salvase. Y sabe que lo ha visto al ver al
pequeño Jesús cuando es llevado al Templo de Jerusalén para
presentarlo.
Simeón
profetiza acerca de Jesús. Sabe, porque se lo debe haber soplado el
Espíritu Santo a su corazón, que aquel niño estaba enviado por
Dios. Y había sido enviado para que todos se decantasen a favor o en
contra de Dios mismo.
También
María iba a encontrar aquel día algo importante: Simeón sabe que
va a sufrir mucho y que, por eso mismo, la espada del dolor le
atravesará el corazón. Seguramente se refería al momento en el que
Jesús moriría en la Cruz y ella, su madre, vería atravesada su
alma por el sufrimiento.
JESÚS,
sin aún poder darte cuenta
entras en la historia de la humanidad por la puerta grande, la del
Templo de Jerusalén, la de la presentación a Dios. Ayúdanos a
darnos cuenta de lo que significó aquel momento para la historia de
la salvación.
Eleuterio
Fernández Guzmán
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