15 de septiembre de 2014

Profeta Simeón


Lc 2,33-35


En aquel tiempo, el padre de Jesús y su madre estaban admirados de lo que se decía de Él. Simeón les bendijo y dijo a María, su madre: 'Éste está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción -¡y a ti misma una espada te atravesará el alma!- a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones'”.


COMENTARIO

Aquel anciano, Simeón, llevaba mucho tiempo esperando la salvación de su pueblo, el judió. Muchas veces había pedido a Dios que le mostrase el Mesías que, según las escrituras, tenía que enviar el Creador para que la humanidad se salvase. Y sabe que lo ha visto al ver al pequeño Jesús cuando es llevado al Templo de Jerusalén para presentarlo.

Simeón profetiza acerca de Jesús. Sabe, porque se lo debe haber soplado el Espíritu Santo a su corazón, que aquel niño estaba enviado por Dios. Y había sido enviado para que todos se decantasen a favor o en contra de Dios mismo.

También María iba a encontrar aquel día algo importante: Simeón sabe que va a sufrir mucho y que, por eso mismo, la espada del dolor le atravesará el corazón. Seguramente se refería al momento en el que Jesús moriría en la Cruz y ella, su madre, vería atravesada su alma por el sufrimiento.


JESÚS, sin aún poder darte cuenta entras en la historia de la humanidad por la puerta grande, la del Templo de Jerusalén, la de la presentación a Dios. Ayúdanos a darnos cuenta de lo que significó aquel momento para la historia de la salvación.




Eleuterio Fernández Guzmán


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