29 de abril de 2014

Cristo bajó del cielo


 Martes II de Pascua


Jn 3,7-15


En aquel tiempo, Jesús dijo a Nicodemo: 'No te asombres de que te haya dicho: ‘Tenéis que nacer de lo alto’. El viento sopla donde quiere, y oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así es todo el que nace del Espíritu'. Respondió Nicodemo: '¿Cómo puede ser eso?'. Jesús le respondió: Tú eres maestro en Israel y ¿no sabes estas cosas? En verdad, en verdad te digo: nosotros hablamos de lo que sabemos y damos testimonio de lo que hemos visto, pero vosotros no aceptáis nuestro testimonio. Si al deciros cosas de la tierra, no creéis, ¿cómo vais a creer si os digo cosas del cielo? Nadie ha subido al cielo sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre. Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así tiene que ser levantado el Hijo del hombre, para que todo el que crea tenga por él vida eterna'”.


COMENTARIO

Ciertamente Nicodemo estaba muy sorprendido. Aquella conversación con Jesús le estaba dejando más dudas de las que él, como maestro de Israel, era capaz de asumir. Había conceptos que no podía asimilar.

Jesús sabe que nacer de nuevo es posible, sólo, si se entienden lo que eso quiere decir. Aceptar lo que Él dice es tener en el corazón la Palabra de Dios y, por eso mimo, aceptar que es cierto que el Enviado de Dios vino al mundo para transformar los corazones y hacer los que eran viejos quedarán atrás en el tiempo.

Jesús profetiza acerca de lo que será su muerte. En una cruz, levantado como aquella serpiente de Moisés. Y, como aquella serpiente será causa de salvación para quien lo mire y sepa que es el Hijo de Dios y que está muriendo por cada uno de nosotros como, por ejemplo, le pasó a Dimas, el buen ladrón.
JESÚS, Tú eres la salvación del mundo y, en concreto, la de cada uno de nosotros, hermanos tuyos e hijos, todos, de Dios. Ayúdanos a limpiar nuestro corazón de lo que nos sobra y corrompe nuestra vida.




Eleuterio Fernández Guzmán


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