Mc 3, 36-34
“Y si Satanás se ha alzado contra sí
mismo y está dividido, no puede subsistir, pues ha llegado su fin. Pero nadie
puede entrar en la casa del fuerte y saquear su ajuar, si no ata primero al fuerte; entonces podrá
saquear su casa. Yo os aseguro que se
perdonará todo a los hijos de los hombres, los pecados y las blasfemias, por
muchas que éstas sean. Pero el que
blasfeme contra el Espíritu Santo, no tendrá perdón nunca, antes bien, será reo
de pecado eterno.’ Es que decían: ‘Está poseído por un espíritu inmundo.»
Llegan su madre y sus hermanos, y quedándose fuera, le envían a llamar. Estaba
mucha gente sentada a su alrededor. Le dicen: ‘¡Oye!, tu madre, tus hermanos y
tus hermanas están fuera y te buscan.’ El les responde: ‘¿Quién es mi madre y
mis hermanos?’ Y mirando en torno a los que estaban sentados en corro, a su
alrededor, dice: ‘Estos son mi madre y mis hermanos’”.
COMENTARIO
Jesús
sabe que el ser humano es pecador y es malo. Por eso reconoce que, por nuestra
naturaleza, es más que posible, que caigamos más de una vez en actuaciones u
omisiones que determinen una ruptura de la relación que mantenemos con Dios.
Sin
embargo, hay un pecado que no se perdona y que es el que se comete contra el
Espíritu Santo. Por eso dice Jesús que todo aquello que se cometa, a saber,
pecados, blasfemias, etc. es perdonado por Dios pero no aquello que se cometa
contra Su Espíritu pues es cometerlo contra Dios mismo.
Jesús
sabe que es hijo de Dios aquel que cumple la Palabra del Padre. Por eso
aquellas personas que, al parecer, escuchan a Cristo pero, al fin y al cabo,
nada hacen para aplicar en sus vidas, aquello que escuchan no son, en realidad,
verdaderos hijos de Dios. Sí lo son los que, escuchando a Cristo, ponen por
obra sus palabras.
JESÚS, siempre
quieres lo mejor para nosotros. Ayúdanos a no rehuir lo que dices y a seguir,
siempre, tu voluntad que es la de Dios.
Eleuterio
Fernández Guzmán
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