Martes XVI del tiempo ordinario
Mt 12,46-50
“En
aquel tiempo, mientras Jesús estaba hablando a la muchedumbre, su madre y sus
hermanos se presentaron fuera y trataban de hablar con Él. Alguien le dijo:
‘¡Oye! ahí fuera están tu madre y tus hermanos que desean hablarte’. Pero Él
respondió al que se lo decía: ‘¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?’.
Y, extendiendo su mano hacia sus discípulos, dijo: ‘Éstos son mi madre y mis
hermanos. Pues todo el que cumpla la voluntad de mi Padre celestial, ése es mi
hermano, mi hermana y mi madre’”.
COMENTARIO
Suponemos que Jesús está predicando muy cerca de su casa
en Nazaret. Por eso su misma madre y sus parientes van a buscarlo porque saben
que mucho de lo que dice no gusta a los poderosos. Pensamos que lo que quiere
es evitar que siga diciendo según qué cosas.
Jesús sabía que había
venido al mundo a cumplir una misión que le había sido encomendada: llevar la
Palabra de Dios al mundo y evitar que se siguiese incumpliendo la voluntad de
su Padre. Y eso hacía cada vez que se ponía a predicar aunque eso no gustase a
muchos.
Jesús da una respuesta
adecuada a los que le dicen que le están buscando: sólo quien cumple la
voluntad de Dios puede llamarse hermano suyo, hermana o, incluso, madre. Así
era de importante para aquel hombre lo que su Padre del cielo le había dicho.
JESÚS, sólo quien cumple la voluntad de Dios puede considerarse hermano tuyo.
Por eso es difícil que, a veces, nosotros lo seamos.
Eleuterio Fernández Guzmán
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