Al leer el título, quizás
el amable lector piense que voy a recordar al Conde Lucanor, un buen libro que
gusta a Del Bosque. También que desee referirme a los señores feudales que,
efectivamente, eran dueños de vidas y haciendas. Incluso pueden recordar a
Octavio Paz escribiendo del cacique americano, casi otro modelo de señor
feudal. Estos últimos irían menos descaminados respecto a mi propósito, porque voy a referirme a algunas
formas de totalitarismo, que no tienen nada que envidiar a los señores
medievales.
Bien
recientemente, hemos sufrido totalitarismos engullidores del hombre: Nazismo y
Comunismo, del que algunos no han logrado salir, no ya en China o Cuba, sino en
las propias naciones democráticas. Y los populismos americanos actuales, tipo
Chávez y acompañantes, inspirados en el marxismo de Castro. Para decirlo
pronto, me refiero al estatismo de
muchos países democráticos.
Puede verse en elucidación ideológica: por un
lado, la izquierda pensante que ve todo en clave pública, entendiendo por tal
lo realizado por el Estado. Pero, como los extremos se tocan, también el
Fascismo fue estatista. Y por si fuera poco, hasta esos términos están
obsoletos, porque la triste y final realidad es que cada uno -con honrosas
excepciones- va a lo suyo. Y si precisan alquilarse a quien tenga poder y
dinero, pues lo hacen. Digo alquilarse tomando una idea de Emilio Romero que,
acusado de venderse, respondió impertérrito: yo no me vendo, me alquilo. Hay
mucha vivienda para arrendar, pero no sé si existen más profesionales en
alquiler.
Si alguien
suma los que, más o menos legítimamente, viven en este país del Estado, el
asunto resulta alarmante: los funcionarios, que son legión, unos muy necesarios
y otros absolutamente prescindibles. Una minucia: un parado acude para
apuntarse al INEM. El primer día escucha el tradicional vuelva usted mañana,
falta un papel. Retorna con el documento. Cola
larga hasta acceder a la ventanilla para cubrir un cuestionario. A cierta
altura del rellenado, le dicen que siga en la ventanilla contigua, no en directo sino volviendo al último de la
fila, asunto que se repite una tercera vez hasta completar la relación. Posiblemente sobraran
los tres porque existe Internet.
Hay jueces
que no paran, envueltos en papeles, otros se deben a los medios o a la política;
oficinistas que no pegan ni sello: conozco un ingeniero que cuando va a interesarse por
uno de esos asuntos eternos, como no admiten preguntas orales, le indican que
presente una nueva instancia. Ya lleva tres. Pero podemos ir al nivel de
algunos trabajadores municipales o gente que actúa en una obra pública de las
pocas existentes, y vemos mucho descanso, mucho pitillo, mucho vinito... Esto
lo pagamos todos, pero los primeros en contribuir son sus compañeros que sí
trabajan.
Dadas esas
pinceladas, continuamos con la suma: los legítimamente jubilados también han de
ser mantenidos. Los cargos públicos -por cierto, la mayoría mal pagados- hacen
subir el montante a límites increíbles: un gobierno central, diecisiete
autonomías, un montón de municipios -algunos yuxtapuestos a otros- con su campo
deportivo cubierto y descubierto, piscina, asesores duplicados, secretario,
corporación, colegio público, uno frente al otro... Miren todo eso en cada
provincia, autonomía, y gobierno e instituciones centrales, también con
asesores, diputados, etc., etc., que hasta consumen más barato en los bares de
edificios oficiales, sin saberse muy bien por qué. Eso no hay bolsillo que lo
aguante: al final de 2012 el 20,78% de los trabajadores eran empleados públicos.
Y habían descendido. Presumo que no
cuentan los políticos.
Vayamos a partidos y sindicatos. Aun dejando
al margen las malversaciones económicas emergentes cada minuto, ¿por qué razón han de sostenerse con impuestos de ciudadanos
no afiliados al partido o sindicato? Pueden decir que los votan, lo que sólo es
una partecita de la verdad porque, ¿qué porcentaje vota en las elecciones
sindicales? El de partidos ya lo sabemos. Mas, en todo caso, ¿por qué hemos de
pagar a unos señores con dedicación profesional a estos menesteres? Por lo
mismo, podíamos pagar a los publicistas, por ejemplo. Progresa el asombro si avistamos el paro
sangrante: ¿Hay alguna encuesta de parados que digan si les ayuda algún
sindicato? Los dueños de vidas y haciendas: todo Estado. Sin embargo, la
inmensa mayoría trabaja mucho.
¿Por qué
escribo todo esto? Porque son temas éticos
presentes en toda boca. Hay más: ¿qué
sentido tiene actualmente -en realidad, nunca- la ostentación en forma de coches
aparatosos, comidas sibaritas, indumentaria carísima...? Acabo con dos proposiciones
complementarias. Juan Pablo II en "Centesimus annus": "Al
intervenir directamente y quitar responsabilidad a la sociedad, el Estado asistencial
provoca la pérdida de energías humanas y el aumento exagerado de los aparatos
públicos, dominados por las lógicas burocráticas más que por la preocupación de
servir a los usuarios, con enorme crecimiento de los gastos". Parece que pensaba
en la España actual. San Josemaría: "Un hombre o una sociedad que no
reaccione ante las tribulaciones o las injusticias, y que no se esfuerce por
aliviarlas, no son un hombre o una sociedad a la medida del amor del Corazón de
Cristo". Pensaba en ti y en mí.
P. Pablo Cabellos Llorente
Publicado en www.lasprovincias.es
No hay comentarios:
Publicar un comentario