8 de febrero de 2013

El Bautista, testigo de Cristo





IV viernes del tiempo ordinario

Mc 6,14-29

“En aquel tiempo, se había hecho notorio el nombre de Jesús y llegó esto a noticia del rey Herodes. Algunos decían: ‘Juan el Bautista ha resucitado de entre los muertos y por eso actúan en él fuerzas milagrosas’. Otros decían: ‘Es Elías’; otros: ‘Es un profeta como los demás profetas’. Al enterarse Herodes, dijo: ‘Aquel Juan, a quien yo decapité, ése ha resucitado’. Es que Herodes era el que había enviado a prender a Juan y le había encadenado en la cárcel por causa de Herodías, la mujer de su hermano Filipo, con quien Herodes se había casado. Porque Juan decía a Herodes: ‘No te está permitido tener la mujer de tu hermano’. Herodías le aborrecía y quería matarle, pero no podía, pues Herodes temía a Juan, sabiendo que era hombre justo y santo, y le protegía; y al oírle, quedaba muy perplejo, y le escuchaba con gusto. 

Y llegó el día oportuno, cuando Herodes, en su cumpleaños, dio un banquete a sus magnates, a los tribunos y a los principales de Galilea. Entró la hija de la misma Herodías, danzó, y gustó mucho a Herodes y a los comensales. El rey, entonces, dijo a la muchacha: ‘Pídeme lo que quieras y te lo daré’. Y le juró: ‘Te daré lo que me pidas, hasta la mitad de mi reino’. Salió la muchacha y preguntó a su madre: ‘¿Qué voy a pedir?’. Y ella le dijo: La cabeza de Juan el Bautista’. Entrando al punto apresuradamente adonde estaba el rey, le pidió: ‘Quiero que ahora mismo me des, en una bandeja, la cabeza de Juan el Bautista’. El rey se llenó de tristeza, pero no quiso desairarla a causa del juramento y de los comensales. Y al instante mandó el rey a uno de su guardia, con orden de traerle la cabeza de Juan. Se fue y le decapitó en la cárcel y trajo su cabeza en una bandeja, y se la dio a la muchacha, y la muchacha se la dio a su madre. Al enterarse sus discípulos, vinieron a recoger el cadáver y le dieron sepultura.”


COMENTARIO

Juan el Bautista fue testigo de Cristo y, también, fue mártir de la Ley de Dios. La misión que tenía encomendada cumplir la había llevado a cabo según la misma y sólo le quedaba dar su vida por ser auténtico profeta. Y, salvadas las distancias, Jesús sufrirá la muerte por causas similares a las de su primo Juan.

Juan sabía que no se podía permitir, espiritualmente hablando, la situación aberrante del rey Herodes. Ni corto ni perezoso así lo dijo donde tenía que decirlo. Era de esperar que no a todas las personas les pareciese bien lo que por la boca de aquel profeta salía.

El odio y el egoísmo se apoderan de aquella mujer a la que bastaba, para continuar con su unión ilícita, matar a quien tanto daño parece que le estaba haciendo. Y, encontrada la ocasión, no la desperdicia. Otro profeta, ¡historia repetida muchas veces! No había sido del gusto del poder.



JESÚS, tu primo Juan dio su vida por la Ley de Dios. Fue franco en defensa de la misma sin importante nada. No tuvo respetos humanos ni fue políticamente correcto que es, justamente, lo que en demasiadas ocasiones caemos nosotros.




Eleuterio Fernández Guzmán


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