22 de diciembre de 2012

Magnífica María



Lc 1, 46-56

“En aquel tiempo, dijo María: ‘Engrandece mi alma al Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi salvador porque ha puesto los ojos en la humildad de su esclava, por eso desde ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada, porque ha hecho en mi favor maravillas el Poderoso, Santo es su nombre y su misericordia alcanza de generación en generación a los que le temen. Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los que son soberbios en su propio corazón. Derribó a los potentados de sus tronos y exaltó a los humildes. A los hambrientos colmó de bienes y despidió a los ricos sin nada. Acogió a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia —como había anunciado a nuestros padres— en favor de Abraham y de su linaje por los siglos’.

María permaneció con Isabel unos tres meses, y se volvió a su casa.”

COMENTARIO

Isabel hace mención a muchas realidades que son importantes. Pero María, su joven prima que la visita porque sabe que está embarazada, dice otras que con, incluso, más importantes porque se refieren a la intervención de Dios en la historia.

María dice grandes verdades de Dios: es misericordioso y es, además, santo. Pero dice también que aplica su justicia con rectitud. Por eso a los que atentan con su poder contra los necesitados los expulsa del poder y a los que sufren los cubre de bienes espirituales.

Como María sabía, se lo había dicho el Ángel Gabriel, que Isabel estaba embarazada de seis meses, se quedó con ella hasta que alumbró a Juan, que sería quien bautizara con agua a Jesús, hijo, a su vez, de aquella joven que acudió, solícita, en auxilio de su prima.

JESÚS, aquellas dos mujeres que conversan acerca de la gracia de tu Madre y acerca del poder de Dios, sabían a ciencia cierta que el Creador había tomado parte en sus vidas. Y tuvieron fe que es lo que, muchas veces, no tenemos nosotros.




Eleuterio Fernández Guzmán


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