“Vacaciones con Dios” podía ser una buena frase que
condujese a los creyentes en el Todopoderoso a preguntarse qué es lo
que, al respecto de su relación con el Creador, llevan en su corazón. Si
bien tenemos por cierto que Quien todo lo creó y mantiene nunca se
olvida de nosotros, ¿podríamos decir lo mismo nosotros pero al
contrario?
Así, una persona que lleve una vida ordinaria y, cuando llegue el
tiempo estival (al menos en Europa así es ahora mismo) tenga por normal
acudir a algún lugar a pasar el tiempo que, merecidamente, tiene, es más
que posible que en su equipaje ponga, por ejemplo, el bañador, las
gafas de sol o si donde va a pasar el tiempo de descanso es a la montaña
el equipaje que corresponda a tal fin. Eso es lo que es de esperar.
Sin embargo, entra dentro de lo probable que la misma persona sea
creyente y, además, sea católica. Entonces, incluso en tiempo de
vacaciones y de descanso, la relación que mantiene con Dios no debería
pasar por un, digamos, altibajo que es, más bien, bajo.
En determinadas ocasiones solemos tener la tendencia de ser creyentes
según nos conviene. Así, podemos olvidar que lo somos si lo
políticamente correcto entra en juego y si el respeto humano hace
demasiada mella en nosotros y nos preocupa más el qué dirán de nosotros
si expresamos, allí donde estemos y donde vayamos, que somos creyentes y
que Dios es importante para nosotros. Y esto, en tiempo de vacaciones,
es altamente probable que pase.
Es una creencia común que el tiempo de vacaciones está establecido
para el descanso y el olvido de aquello que, durante el resto del año
nos preocupa. Incluso aquello que creemos llevamos con más dificultad lo
queremos olvidar aunque sea por un tiempo. Entonces entra en juego
nuestra fe y si, en realidad, la tenemos.
Tener fe no es, como es bien sabido en teoría, decir que se
pertenece (porque se goza) a una determinada religión que, en nuestro
caso es la católica ni hacer como si fuera sí pero siendo no que es,
exactamente, lo contrario que tenía por bueno y benéfico nuestro Maestro
Jesucristo. Tener fe, al contrario, ha de suponer, por eso mismo,
tenerla y no prescindir de ella como si se tratase de un abrigo que
dejamos colgado en la percha cuando volvemos a casa.
Por eso no cabe, en nuestro caso, tener unas especie de vacaciones
espirituales según las cuales olvidamos que somos hijos de Dios y, en
fin, hacemos lo que nos place sin tener en cuenta la Ley de Dios que, se
supone, tanto nos importa y tenemos por lo mejor que nos ha pasado. No
deberíamos, por lo tanto, creer que el tiempo de vacaciones (sea el del
verano o el que sea) es lo que no debe ser que vaya más allá del
descanso físico pues no debería haber descanso espiritual alguno.
Seguramente, esta oración, “Plegaria para unas vacaciones cristianas”, nos puede venir más que bien:
Señor Jesús, tú dijiste a tus discípulos
“venid conmigo a un lugar apartado y descansad un poco”,
te pedimos por nuestras vacaciones.
El afán de cada día multiplica nuestra vida
de quehaceres, urgencias, agobios, prisas e impaciencias.
Necesitamos el reposo y sosiego.
Necesitamos la paz y el diálogo.
Necesitamos el encuentro y la ternura.
Necesitamos la oxigenación del cuerpo y del alma.
Necesitamos descansar. Necesitamos las vacaciones.
Bendice, Señor, nuestras vacaciones.
Haz que sean tiempo fecundo para la vida de familia,
para el encuentro con nosotros mismos y con los demás,
para la brisa suave de la amistad y del diálogo,
para el ejercicio físico que siempre rejuvenece,
para la lectura que siempre enriquece
para las visitas culturales que siempre abren horizontes,
para la fiesta auténtica que llena el corazón del hombre.
Haz que nuestras vacaciones de verano sean tiempo santo
para nuestra búsqueda constante de Ti,
para el reencuentro con nuestras raíces cristianas,
para los espacios de oración y reflexión,
para compartir la fe y el testimonio,
para la práctica de tu Ley y la de tu Iglesia,
para la escucha de tu Palabra,
para participar en la mesa de tu eucaristía.
Tú vienes siempre a nosotros.
Tú siempre te haces el encontradizo.
Tus caminos buscan siempre los nuestros.
Haz que en las vacaciones de verano,
sepamos remar mar adentro y te encontremos a Ti,
el Pescador, el Pastor, el Salvador, el Hermano, el Amigo,
y encontremos a nuestros hermanos.
Juntos realizaremos la gran travesía de nuestras vidas.
En tu nombre, Señor,
también en vacaciones,
quiero estar dispuesto a remar mar adentro.
Ayúdame. Te necesito, también en vacaciones.
Amén.
Y es que no debería olvidársenos nunca que Dios nos mira y aprecia
nuestras muestras de Amor hacia Él. Y eso, olvidándolo, será difícil que
pueda producirse.
Eleuterio Fernández Guzmán
Publicado en Análisis Digital
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