30 de septiembre de 2011

Rechazar a Cristo




Viernes XXVI del tiempo ordinario







Lc 10,13-16







“En aquel tiempo, Jesús dijo: ‘¡Ay de ti, Corazín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que se han hecho en vosotras, tiempo ha que, sentados con sayal y ceniza, se habrían convertido. Por eso, en el Juicio habrá menos rigor para Tiro y Sidón que para vosotras. Y tú, Cafarnaúm, ¿hasta el cielo te vas a encumbrar? ¡Hasta el Hades te hundirás! Quien a vosotros os escucha, a mí me escucha; y quien a vosotros os rechaza, a mí me rechaza; y quien me rechaza a mí, rechaza al que me ha enviado’”.







COMENTARIO







Dios, en su Misericordia y Amor por su creación, no quiso que se perdiera del todo y envió a su propio Hijo Jesucristo. Venía para recordar la Ley de Dios y para hacerla cumplir. También venía para que los hijos del Creador que se habían alejado se acercasen, de nuevo, al redil de Dios.







Muchos no aceptaron ni a Dios ni a su Hijo ni a su Palabra. Se alejaron, de forma definitiva de Quien había enviado y a Quien había enviado y quisieron permanecer fuera de los límites interiores del Amor de Dios. Rechazaron a Cristo y, así, al Padre.







Es difícil saber qué consecuencias puede traer tal rechazo. Sin embargo, Cristo dice algo que es muy importante porque rechazarlo a Él es hacer lo mismo con Dios pues Jesucristo es Dios hecho hombre. Cabe, pues, conversión cuando no queremos saber nada del Creador… y la necesitamos porque nos conviene, aunque sea por egoísmo, la salvación eterna.








JESÚS, propones la vida eterna para aquellos que te quieran escuchar y que te quieran seguir. Otra cosa resulta difícil de tener en cuenta porque a todos nos interesa llegar al definitivo Reino de Dios y permanecer allí para siempre, siempre, siempre. Sin embargo, no todos los hijos de Dios, al parecer, comprenden lo que es tan fácil de comprender y entender y prefieren volar solos hacia el abismo.









Eleuterio Fernández Guzmán







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