7 de septiembre de 2011

Bienaventurados

Miércoles XXIII del tiempo ordinario

Lc 6,20-26

“En aquel tiempo, Jesús alzando los ojos hacia sus discípulos, decía: ‘Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el Reino de Dios. Bienaventurados los que tenéis hambre ahora, porque seréis saciados. Bienaventurados los que lloráis ahora, porque reiréis. Bienaventurados seréis cuando los hombres os odien, cuando os expulsen, os injurien y proscriban vuestro nombre como malo, por causa del Hijo del hombre. Alegraos ese día y saltad de gozo, que vuestra recompensa será grande en el cielo. Pues de ese modo trataban sus padres a los profetas.

‘Pero ¡ay de vosotros, los ricos!, porque habéis recibido vuestro consuelo. ¡Ay de vosotros, los que ahora estáis hartos!, porque tendréis hambre. ¡Ay de los que reís ahora!, porque tendréis aflicción y llanto. ¡Ay cuando todos los hombres hablen bien de vosotros!, pues de ese modo trataban sus padres a los falsos profetas’”.


COMENTARIO

La Ley de Dios, dijo Cristo, había venido a hacerla cumplir. No quería derogarla porque tal no podía ser su misión. Y así proclama las bienaventuranzas que son como la perfección de la Ley y, sin dejar de tener valor los Mandamientos de Dios, acerca su sentido al corazón del creyente.

Todas las personas que se sienten entre algunos de los grupos de bienaventurados a los que hace referencia el Mesías podían sentirse felices y vivir gozosamente. Esos pobres que, en verdad, lo son; los que lloran, los que se saben perseguidos por odio a Cristo…

Y, sin embargo, Jesús no deja de llamar la atención a los que se creen en la seguridad de seguir la Ley de Dios porque la han transformado y adaptado a sus necesidades y conveniencias tergiversándola hasta límites no permisibles por el Creador. Tales personas deberían saber que Dios no puede querer que tal se actúe con su Ley.


JESÚS, eran, son, bienaventurados los que te siguen y cumplen con la Ley de Dios. Aquellos que lloran o que son pobres y que son perseguidos porque te siguen y cumplen la Ley de Dios serán los que reciban, en el definitivo Reino de Dios, el gozo del Amor del Padre.





Eleuterio Fernández Guzmán

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