9 de septiembre de 2011

Pecados de uno mismo

Viernes XXIII del tiempo ordinario

Lc 6,39-42

“En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos esta parábola: ‘¿Podrá un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en el hoyo? No está el discípulo por encima del maestro. Todo discípulo que esté bien formado, será como su maestro. ¿Cómo es que miras la brizna que hay en el ojo de tu hermano, y no reparas en la viga que hay en tu propio ojo? ¿Cómo puedes decir a tu hermano: ‘Hermano, deja que saque la brizna que hay en tu ojo’, no viendo tú mismo la viga que hay en el tuyo? Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo, y entonces podrás ver para sacar la brizna que hay en el ojo de tu hermano’”.


COMENTARIO

Es bien cierto que tenemos la humana tendencia de mirar al prójimo por encima de nuestro hombro y que solemos, con cierta facilidad, ver sus defectos e, incluso, tratar de corregirlos dando consejos que no deberían darse.

Sin embargo somos, también, muy dados, a no prestar atención a nuestras faltas espirituales y a nuestros pecados. Dios ha de querer, al contrario, que mejoremos nuestra forma de ser y que seamos misericordiosos con aquellos que tantas veces zaherimos.

Es mucho lo que se nos puede echar en cara da parte del Creador y, por eso mismo, se nos pide que, en primer lugar, sanemos nuestra vida antes de ponernos a ser salvadores de otros. Y es que, a veces, es tan grande la viga que tenemos que no la vemos.


JESÚS, conoces muy bien la naturaleza humana de tus hermanos en la fe y, por eso mismo, aconsejas sanar lo que podamos tener enfermo y, luego, en todo caso, tratar de ver las faltas de los demás porque una cosa es querer corregir fraternamente a quien ha cometido algún pecado y otra, muy distinta, querer tapar con eso los nuestros.





Eleuterio Fernández Guzmán

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