Jn, 14, 27-31a
“27 ‘Os dejo la paz, mi paz os doy; no os la doy como la da el mundo. No se turbe vuestro corazón ni se acobarde. 28 Habéis oído que os he dicho: ‘Me voy y volveré a vosotros. Si me amarais, os alegraríais de que me fuera al Padre, porque el Padre de más grande que yo. 29 Y os lo digo ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda creáis. 30 Ya no hablaré muchas cosas con vosotros, porque llega el Príncipe de este mundo. En mí no tiene ningún poder; 31 pero ha de saber el mundo que amo al Padre y que obro según el Padre me ha ordenado.’”
COMENTARIO
Lo que dice el Hijo de Dios en este texto del Evangelio de San Juan tiene una importancia más que destacable porque nos muestra que las cosas no son como a veces creemos que son. Y es que, en verdad, la Paz que da Jesucristo no es la del mundo sino, precisamente, la de Dios. Y la misma tiene que ver con el perdón y la misericordia y no sólo con la falta de guerras o algo por el estilo.
Es cierto que a los que lo escuchaban, entonces, no les gustaba nada la idea de que se fuera para siempre. Sin embargo, debían comprender (como quería Cristo que comprendiesen) que se iba para enviar al Espíritu Santo sabiendo, además, que el Príncipe de este mundo (Satanás) había sido enviado al mundo para que fuese dueño del mismo por un tiempo. Y, sin embargo, es más que cierto que el Maligno no tenía poder sobre el Hijo de Dios lo cual, por cierto, no se puede decir sobre el resto de la humanidad.
JESÚS, gracias por advertirnos de la presencia, entre nosotros, del Príncipe de este mundo.
Eleuterio Fernández Guzmán
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