“Rafael Arnáiz Barón nació el 9 de abril de
1911 en Burgos (España), donde también fue bautizado y recibió la confirmación.
Allí mismo inició los estudios en el colegio de los PP. Jesuitas, recibiendo
por primera vez la Eucaristía en 1919.”
Esta parte de una biografía que sobre
nuestro santo la podemos encontrar en multitud de
sitios de la red de redes o en los libros que sobre él se han escrito.
Hasta hace bien poco hemos dedicado este
espacio a escribir sobre lo que el hermano Rafael había dejado dicho en su
diario “Dios y mi alma”. Sin embargo, como es normal, terminó en su momento
nuestro santo de dar forma a su pensamiento espiritual.
Sin embargo, San Rafael Arnáiz Barón había
escrito mucho antes de dejar sus impresiones personales en aquel diario. Y algo
de aquello es lo que vamos a traer aquí a partir de ahora.
Bajo el título “Saber esperar” se han
recogido muchos pensamientos, divididos por temas, que manifestó el hermano
Rafael. Y a los mismos vamos a tratar de referirnos en lo sucesivo.
“Saber Esperar” - Querer,
ansiar, anhelar
"¡Oh, quién me diera el léxico de David,
para poder expresar las maravillas del amor a la Cruz!…"(“Saber
esperar”, Punto 304)
Es gran verdad que, muchas veces,
por mucho que queramos expresar lo que creemos al respecto de nuestra fe y de
las riquezas que la misma contiene, no sabemos a ciencia y a corazón ciertos
cómo hacerlo.
Nosotros quisiéramos utilizar las
palabras más bellas y las expresiones más redondas pero… somos limitados y no
siempre capaces de cumplir un deseo tan grande como ése.
Al hermano Rafael le pasa algo
parecido. Y, para eso, no recurre a cualquiera que pudiera, por decirlo así,
inspirarlo a decir lo bueno y mejor sobre la Cruz. No. Acude, nada más y nada
menos que a David, el Rey David debemos entender.
Querer ser capaz de hacer lo que,
en su día, hizo aquel hombre perteneciente al pueblo escogido por Dios, el
judío, al respecto de la expresión escrita u oral, no es poca cosa. Y es que
escribir muchos de los Salmos que forman parte de la Sagrada Escritura es mucho
y más que mucho.
Sin embargo, San Rafael Arnáiz
Barón es tal el amor que tiene por la santísima Cruz de Cristo que no puede,
¡qué menos!, que pedir a Dios que, si es posible, tenga el don de palabra que
sin duda tuvo en su día en Rey David.
Lo que le pasa al hermano Rafael
es que quiere lo mejor para Dios. Pero también le pasa que ansía ser capaz de decir
lo mejor sobre lo que representa, en cuanto al amor hacia los hombres, la Cruz
en la que murió, a la vida terrena, el Hijo de Dios.
Ciertamente, no es poco lo que
pide nuestro hermano en la fe. Pero también es cierto que no es imposible que
lo pueda alcanzar porque en los muchos puntos que dan forma y sustancia a su
“Saber esperar” demuestra que sí, que alcanzó el don de palabra que Dios otorgó
al Rey David. Claro está que hay diferencia entre un creyente y otro pero el
Todopoderoso no da los dones sin ton ni son sino, al contrario, comprendido en
qué se debe basar el mismo según la persona a la que vaya dirigido y el tiempo
en el que le haya tocado vivir.
El hermano Rafael sabe muy bien y
más que bien lo que quiere: alabar la Cruz de Cristo. ¡Sí!, aquellos maderos en
los que se dejó matar nuestro hermano Jesucristo han de ser alabados (más,
claro está, Aquel que allí murió) porque son ejemplo y signo de lo que puede
haber de bueno y verdad en el Amor de morir por los amigos.
San Rafael Arnáiz Barón, a sabiendas
de que creía estar limitado en tal posibilidad expresa, así, con exclamación lo
que, para su corazón, es en verdad exclamación de amor por Cristo y por su, tan
especial, entrega en aquella Cruz.
Querer, pues, ser capaz de
expresar un amor tan grande; ansiar hacerlo mejor posible y, por fin, anhelar
el don de palabra. Y Dios, sin duda alguna, se lo concedió.
Eleuterio Fernández Guzmán
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