19 de mayo de 2019

El rincón del hermano Rafael – “Saber esperar”- Querer, ansiar, anhelar.


“Rafael Arnáiz Barón nació el 9 de abril de 1911 en Burgos (España), donde también fue bautizado y recibió la confirmación. Allí mismo inició los estudios en el colegio de los PP. Jesuitas, recibiendo por primera vez la Eucaristía en 1919.”
Esta parte de una biografía que sobre nuestro santo la podemos encontrar en multitud de sitios de la red de redes o en los libros que sobre él se han escrito.
Hasta hace bien poco hemos dedicado este espacio a escribir sobre lo que el hermano Rafael había dejado dicho en su diario “Dios y mi alma”. Sin embargo, como es normal, terminó en su momento nuestro santo de dar forma a su pensamiento espiritual.
Sin embargo, San Rafael Arnáiz Barón había escrito mucho antes de dejar sus impresiones personales en aquel diario. Y algo de aquello es lo que vamos a traer aquí a partir de ahora.
             
Bajo el título “Saber esperar” se han recogido muchos pensamientos, divididos por temas, que manifestó el hermano Rafael. Y a los mismos vamos a tratar de referirnos en lo sucesivo.

“Saber Esperar” - Querer, ansiar, anhelar

Oh, quién me diera el léxico de David, para poder expresar las maravillas del amor a la Cruz!…"(“Saber esperar”, Punto 304)

Es gran verdad que, muchas veces, por mucho que queramos expresar lo que creemos al respecto de nuestra fe y de las riquezas que la misma contiene, no sabemos a ciencia y a corazón ciertos cómo hacerlo.
Nosotros quisiéramos utilizar las palabras más bellas y las expresiones más redondas pero… somos limitados y no siempre capaces de cumplir un deseo tan grande como ése.
Al hermano Rafael le pasa algo parecido. Y, para eso, no recurre a cualquiera que pudiera, por decirlo así, inspirarlo a decir lo bueno y mejor sobre la Cruz. No. Acude, nada más y nada menos que a David, el Rey David debemos entender.
Querer ser capaz de hacer lo que, en su día, hizo aquel hombre perteneciente al pueblo escogido por Dios, el judío, al respecto de la expresión escrita u oral, no es poca cosa. Y es que escribir muchos de los Salmos que forman parte de la Sagrada Escritura es mucho y más que mucho.
Sin embargo, San Rafael Arnáiz Barón es tal el amor que tiene por la santísima Cruz de Cristo que no puede, ¡qué menos!, que pedir a Dios que, si es posible, tenga el don de palabra que sin duda tuvo en su día en Rey David.
Lo que le pasa al hermano Rafael es que quiere lo mejor para Dios. Pero también le pasa que ansía ser capaz de decir lo mejor sobre lo que representa, en cuanto al amor hacia los hombres, la Cruz en la que murió, a la vida terrena, el Hijo de Dios.
Ciertamente, no es poco lo que pide nuestro hermano en la fe. Pero también es cierto que no es imposible que lo pueda alcanzar porque en los muchos puntos que dan forma y sustancia a su “Saber esperar” demuestra que sí, que alcanzó el don de palabra que Dios otorgó al Rey David. Claro está que hay diferencia entre un creyente y otro pero el Todopoderoso no da los dones sin ton ni son sino, al contrario, comprendido en qué se debe basar el mismo según la persona a la que vaya dirigido y el tiempo en el que le haya tocado vivir.
El hermano Rafael sabe muy bien y más que bien lo que quiere: alabar la Cruz de Cristo. ¡Sí!, aquellos maderos en los que se dejó matar nuestro hermano Jesucristo han de ser alabados (más, claro está, Aquel que allí murió) porque son ejemplo y signo de lo que puede haber de bueno y verdad en el Amor de morir por los amigos.
San Rafael Arnáiz Barón, a sabiendas de que creía estar limitado en tal posibilidad expresa, así, con exclamación lo que, para su corazón, es en verdad exclamación de amor por Cristo y por su, tan especial, entrega en aquella Cruz.
Querer, pues, ser capaz de expresar un amor tan grande; ansiar hacerlo mejor posible y, por fin, anhelar el don de palabra. Y Dios, sin duda alguna, se lo concedió.

Eleuterio Fernández Guzmán

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