1 de diciembre de 2021

Con el poder de Dios

Mt 15, 29-37


"Jesús llegó a orillas del mar de Galilea y, subiendo a la montaña, se sentó. Una gran multitud acudió a Él, llevando paralíticos, lisiados, ciegos, mudos y muchos otros enfermos. Los pusieron a sus pies y Él los sanó. La multitud se admiraba al ver que los mudos hablaban, los inválidos quedaban sanos, los paralíticos caminaban y los ciegos recobraban la vista. Y todos glorificaban al Dios de Israel.

Entonces Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: 'Me da pena esta multitud, porque hace tres días que están conmigo y no tienen qué comer. No quiero despedirlos en ayunas, porque podrían desfallecer en el camino'.

Los discípulos le dijeron: '¿Y dónde podríamos conseguir en este lugar despoblado bastante cantidad de pan para saciar a tanta gente?'

Jesús les dijo: '¿Cuántos panes tienen?'

Ellos respondieron: 'Siete y unos pocos pescados.

Él ordenó a la multitud que se sentara en el suelo; después, tomó los panes y los pescados, dio gracias, los partió y los daba a los discípulos, y ellos los distribuían entre la multitud.

Todos comieron hasta saciarse, y con los pedazos que sobraron llenaron siete canastas."


COMENTARIO

Ciertamente, como al parecer era necesario que el pueblo judío creyese en el Enviado de Dios mediando signos, en esta parte del Evangelio de San Mateo abundan los mismos. Y es que, a través de ellos, los que veían y escuchaban a Jesucristo creyeron en lo que decía y que no era otra cosa que el Reino de Dios había llegado al mundo.

Creemos que ver que hay mudos que hablan y que hay cojos que vuelven a andar (además de todo lo que aquí no sale pero que, sin duda, sucedió) debía ser muestra clara de que aquel hombre no era un hombre cualquiera sino que, en efecto, era el Enviado de Dios.

La multiplicación de los panes y los peces fue algo, de por sí, extraordinario, pero que algunos pretenden confundir con una especie de solidaridad entre los presentes pues, para tales personas, no fue Cristo quien hizo el milagro...




JESÚS, gracias por tanta bondad.



Eleuterio Fernández Guzmán

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