3 de julio de 2019

Tenemos, a veces, poca fe

Mt 8, 23-27


“23 Subió a la barca y sus discípulos le siguieron. 24 De pronto se levantó en el mar una tempestad tan grande que la barca quedaba tapada por las olas; pero él estaba dormido. 25 Acercándose ellos le despertaron diciendo: ‘¡Señor, sálvanos, que perecemos!’ 26 Díceles: ‘¿Por qué tenéis miedo, hombres de poca fe?’ Entonces se levantó, increpó a los vientos y al mar, y sobrevino una gran bonanza. 27 Y aquellos hombres, maravillados, decían: ‘¿Quién es éste, que hasta los vientos y el mar le obedecen?’”

COMENTARIO

No es nada de extrañar que aquellos hombres, incluso ellos que estaban acostumbrados a pescar y a enfrentarse con malas situaciones, se asustaran ante aquella tempestad. Y es que, al fin y al cabo, sólo eran hombres. Nada más que hombres temerosos.

El Hijo de Dios o, mejor, para él, nada de aquello le era extraño. Seguramente podía dominar más que bien aquellas circunstancias y por eso dormía con toda tranquilidad mientras los demás se abatían en tristezas y miedos.

Ciertamente, puede decirse que podría ser casualidad que cuando Jesucristo increpó al mar, todo terminara. Sin embargo, nosotros creemos, por fe, que fue la orden del Hijo de Dios la que hizo temblar, incluso, a la tempestad. Y Cristo los llamó hombres de poca fe porque, en verdad, poca tenían…


JESÚS,  gracias por demostrar el poder de Dios.

Eleuterio Fernández Guzmán

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