Mc
6, 19.21-29
“19 Herodías le aborrecía
y quería matarle, pero no podía.
21 Y llegó el
día oportuno, cuando Herodes, en su cumpleaños, dio un
banquete a sus
magnates, a los tribunos y a los principales de Galilea. 22 Entró la hija de la
misma Herodías, danzó, y gustó mucho a Herodes y a los comensales. El rey,
entonces, dijo a la muchacha: ‘Pídeme lo que quieras y te lo daré.’ 23 Y le
juró: ‘Te daré lo que me pidas, hasta la mitad de mi reino.’ 24 Salió la
muchacha y preguntó a su madre: ‘¿Qué voy a pedir?’ Y ella le dijo: ‘La cabeza
de Juan el Bautista.’ 25 Entrando al punto apresuradamente adonde estaba el
rey, le pidió: ‘Quiero que ahora mismo me des, en una bandeja, la cabeza de
Juan el Bautista.’
26 El rey se llenó
de tristeza, pero no quiso desairarla a causa del juramento y de los
comensales. 27 Y al instante mandó el rey a uno de su guardia, con orden de
traerle la cabeza de Juan. Se fue y le decapitó en la cárcel 28 y trajo su
cabeza en una bandeja, y se la dio a la muchacha, y la muchacha se la dio a su
madre.
29 Al enterarse
sus discípulos, vinieron a recoger el cadáver y le
dieron sepultura.”
COMENTARIO
Resulta curioso, aunque
no imposible de entender, que haya algo llamado “respeto humano” que puede
llegar a hacer tanto daño en el alma de una persona. Y es que Herodes temía más
al qué dirán de sus invitados y eso le hizo perder la vida a Juan el Bautista.
Y decimos que resulta curioso lo que puede hacer tal desviación de la conducta
humana porque aquel mandatario corrupto de corazón y de alma sabía que el Bautista
era un profeta y no le gustaba mucho la idea de matarlo. Pero pudo más la
promesa mundana, sin sentido y hecha a lo loco (dar hasta la mitad de su reino
por un baile demuestra que no era persona muy cabal) y por eso ordenó a un
soldado que cortase la cabeza del primo de Jesús. Y el mal volvió a vencer
porque el corazón podrido de Herodías y la sensiblería de su hija pudo más que lo que hubiera sido una
petición, digamos, más mundana. Y es que ella quería acallar la voz que clamaba
en el desierto y ha quedado, para la historia, como una persona capaz de todo,
el fin sí justificaba los medios para ella, con tal de conseguir su egoísta
gusto. Y es que eso hace el respeto humano con los débiles y tibios.
JESÚS,
ayúdanos a no tener
respeto humano y a decir sí donde sea sí y no donde sea no.
Eleuterio Fernández
Guzmán
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