Mc 4,
35-40
“Este día, al atardecer, les dice: ‘Pasemos a la otra orilla.’ Despiden a la gente y le llevan en la barca,
como estaba; e iban otras barcas con él.
En esto, se levantó una fuerte borrasca y las olas irrumpían en la
barca, de suerte que ya se anegaba la barca. El estaba en popa, durmiendo sobre
un cabezal. Le despiertan y le dicen: ‘Maestro, ¿no te importa que perezcamos?’
El, habiéndose despertado, increpó al
viento y dijo al mar: ‘¡Calla, enmudece!’ El viento se calmó y sobrevino una gran bonanza. Y les dijo: ‘¿Por qué
estáis con tanto miedo? ¿Cómo no tenéis fe?’”.
COMENTARIO
Jesús no dejaba de enseñar. En los años de su llamada “vida pública” no
cesó de cumplir la misión para la que había sido enviado por Dios: transmitir
la Buena Noticia y la Verdad de la Ley de Dios.
Sus apóstoles, que a duras penas podía seguir el ritmo de vida entregada
que llevaba Jesús le acompañan porque saben que es la única manera de conocer
qué es lo importante acerca del Reino de Dios.
Pero sus apóstoles parecen no tener mucha fe. Confían poco en el poder
de Dios. Y a Jesús le basta con una orden para que todo le obedezca. Y eso pasa
con aquella borrasca. No extraña, por tanto, que Jesús les eche en cara su
falta de confianza.
JESÚS, ayúdanos a confiar siempre en Ti.
Eleuterio Fernández Guzmán
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