Viernes XXXIII del
tiempo ordinario
Lc 19,45-48
"En aquel
tiempo, entrando Jesús en el Templo, comenzó a echar fuera a los que vendían,
diciéndoles: 'Está escrito: ‘Mi casa será casa de oración’. ¡Pero vosotros la
habéis hecho una cueva de bandidos!'. Enseñaba todos los días en el Templo. Por
su parte, los sumos sacerdotes, los escribas y también los notables del pueblo
buscaban matarle, pero no encontraban qué podrían hacer, porque todo el pueblo
le oía pendiente de sus labios".
COMENTARIO
No era de extrañar que
pasara lo que acababa de pasar. Jesús, Hijo de Dios y Dios mismo hecho hombre,
no podía estar de acuerdo no ya (que también) con la tergiversación de su Ley
sino, además, con el hecho de utilizar de forma perversa su Templo.
Dice Jesús que su Casa,
el Templo, era casa de oración. Y es que Dios tiene aquellos lugares
considerados sagrados como parte, precisamente, de su propio ser y tiene querencia
muy especial por ellos porque en los mismos su creatura se dirige de una forma
muy especial a Él.
Tampoco es de extrañar
que, a partir de entonces, en aquel momento crucial de la vida de Jesús, muchos
se dieran cuenta de que aquel Maestro era muy peligroso para sus intereses
mundanos pero otros se dieran cuenta de que aquel Maestro era bueno y benéfico
para sus corazones.
JESÚS, ayúdanos a no convertir nuestro corazón en un templo mundano sino
en el que es propio del Espíritu Santo.
Eleuterio Fernández
Guzmán
No hay comentarios:
Publicar un comentario