Martes XXVI del tiempo
ordinario
Lc 9,51-56
“Sucedió
que como se iban cumpliendo los días de su asunción, Él se afirmó en su
voluntad de ir a Jerusalén, y envió mensajeros delante de sí, que fueron y
entraron en un pueblo de samaritanos para prepararle posada; pero no le
recibieron porque tenía intención de ir a Jerusalén. Al verlo sus discípulos
Santiago y Juan, dijeron: ‘Señor, ¿quieres que digamos que baje fuego del cielo
y los consuma?’. Pero volviéndose, les reprendió; y se fueron a otro pueblo.”
COMENTARIO
Jesús, a pesar de los intentos de Satanás (en boca de Pedro) para que
evitar aquello que, por voluntad de Dios, debía sucederle, sabía que nada podía
hacer para oponerse a la misma. En realidad, podía pero, como hijo fiel, no
quería.
Jesús quiere ir a Jesuralén porque sabe que allí le darán muerte y que
la misma será para bien de la humanidad. Y algunos de sus discípulos, que al
parecer, no entendían lo que estaba pasando, manifiestan una ira y una rabia
que no era la propia del Reino de Dios.
Jesús no puede permitir que se utilice el poder de Dios para hacer daño.
Él, portavoz de la paz verdadera no estaba dispuesto que en nombre del Creador
se pudiera dañar al prójimo. Y los reprende.
JESÚS, algunos de los tuyos manifiesta una ira y una
rabia que no puedes permitir. Ayúdanos a tener un corazón blando, limpio, puro
jovial y no vengativo.
Eleuterio Fernández Guzmán
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