Si ayer fue un día muy especial para un hijo de Dios y un discípulo de Cristo... ¡Qué decir del día de hoy!
Aquel día, el primer Viernes Santo de la historia, un hombre que,
además, era Dios, supo cumplir con la misión que le había encomendado su
Padre del Cielo.
A nosotros no nos queda más que dar las gracias a Jesucristo, hermano
nuestro, que supo dar su sangre para que se abrieran las puertas del
Cielo.
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