17 de marzo de 2022

Ser Lázaros o Epulones

Lc 16, 19.25.27-31



Jesús dijo a los fariseos: ‘Había un hombre rico, que vestía de púrpura y lino y banqueteaba espléndidamente cada día. Y había un pobre, llamado Lázaro, cubierto de llagas y echado a la puerta del rico, que ansiaba saciarse con lo que caía de la mesa del rico; y hasta los perros iban a lamerle las llagas. Murió el pobre y los ángeles lo llevaron junto a Abrahán. Murió también el rico y lo sepultaron. Estando en el lugar de los muertos, en medio de tormentos, alzó la vista y divisó a Abrahán y a Lázaro a su lado. Lo llamó y le dijo: ‘Padre Abrahán, ten piedad de mí y envía a Lázaro, para que moje la punta del dedo en agua y me refresque la lengua; pues me torturan estas llamas’. Respondió Abrahán: ‘Hijo, recuerda que en vida recibiste bienes y Lázaro, por su parte, desgracias. Ahora él es consolado y tú atormentado. Además, entre vosotros y nosotros se abre un inmenso abismo; de modo que, aunque se quiera, no se puede atravesar desde aquí hasta vosotros ni pasar desde allí hasta nosotros’. Insistió el rico: ‘Entonces, por favor, envíalo a casa de mi padre, donde tengo cinco hermanos; que los amoneste para que no vengan a parar también ellos a este lugar de tormentos’. Le dice Abrahán: ‘Tienen a Moisés y los profetas: que los escuchen’. Respondió: ‘No, padre Abrahán; si un muerto los visita, se arrepentirán’. Le dijo: ‘Si no escuchan a Moisés ni a los profetas, aunque un muerto resucite, no le harán caso’".


COMENTARIO


Este texto del Evangelio de San Lucas nos muestra, por decirlo así, dos formas de ser que tiene que ver también con nosotros mismos. Y no queremos decir que podamos ser tan pobres como Lázaro o tan ricos como Epulón. No se trata de eso.

En realidad, estas palabras del Hijo de Dios tienen que ver con dos actitudes ante la realidad: ser como Epulón o como Lázaro. Y es que cada uno de ellos acaba con su alma en un sitio muy distinto.

Por lo que aquí leemos, Lázaro acabó en el seno de Abrahán que, con el tiempo, sería llamado Cielo; Epulón, por su parte, acabó en el infierno por su actitud ante la pobreza de Lázaro. Y eso es lo que nos pide Dios: que no seamos egoístas con lo que tenemos pues es posible que podamos socorrer a un prójimo necesitado. Y es que las consecuencias de una cosa o la otra no son, precisamente, iguales...


JESÚS, gracias por poner sobre la mesa las verdades de Dios.


Eleuterio Fernández Guzmán

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