Autor: Mons. Jaime Fuentes, Obispo de Minas – Uruguay
Editorial: Cobel Ediciones
Páginas: 212
ISBN:978-84-15024-51-1
Precio aprox.: 14,95€
Año edición: 2011
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Cuando un católico se acerca a la figura del beato Juan Pablo II se da cuenta, nada más hacer eso, que el Papa que viniera del otro lado del telón de acero, tenía un amor especial por la Theotokos, la Madre de Dios. Y no era un acercamiento, sólo, arrobado del hijo por su Madre sino, además, que lo era de quien sabe que María, aquella joven que dijo sí a Gabriel, es, en efecto, quien “está llamada a llevar a todos al Redentor” (p. 37).
Pues bien, el autor de “Totus Tuus. La intervención de la Virgen en la vida del Beato Juan Pablo II” demuestra conocer que eso es, esencialmente, cierto.
Monseñor Jaime Fuentes, a la sazón Obispo de Minas (Uruguay) conoció, de primera mano, al beato Juan Pablo II. Es más, así lo dice cuando nos ofrece un testimonio impagable: el 20 de mayo de 1992 concelebró la Santa Misa con el ya beato de la Iglesia católica. Nos dice, así, que “recé con el Papa de la manera más sencilla, uniéndome con toda el alma a su oración “(p. 167).
Pues el Obispo de Minas ha investigado acerca de la influencia que ha tenido la Virgen María en la existencia de quien, precisamente, escogió como lema de su obispado, el de “Totus Tuus” recordando lo que el mismo beato dice en “Cruzando el umbral de la esperanza” que es que “Gracias a san Luis Grignion de Montfort comprendí que la verdadera devoción a la Madre de Dios es, en cambio, justamente cristocéntrica, es más, está profundamente enraizada en el Misterio trinitario de Dios, y en los misterios de la Encarnación y de la Redención“.
A lo largo de los 12 capítulos que comprende el libro de don Jaime Fuentes el lector puede darse cuenta de que, en realidad, “Karol Wojtyla entrelazó y vivió con María una tierna, filial y persistente relación, amándola y recibiéndola como Madre en el propio ‘espacio interior’ memorial del don pascual que Jesús hizo a cada discípulo suyo” (de la Presentación del libro a cargo de don Salvatore Perrella, OSM, Profesor de Teología Dogmática y Mariológica Sistemática de la Pontificia Facultad Teológica “Marianum”, de Roma).
Por eso, “a lo largo y a lo ancho del mundo, en el transcurso de sus viajes pastorales, Juan Pablo II consagrará y confiará a María Santísima la Iglesia y las naciones que visite, subrayando repetidas veces la fe en su intercesión” (p. 41) y, exactamente por eso María acompañó, como compañera fiel del camino del Siervo de Dios que tanto haría por el mundo, a la que dedicó, además de muchos pensamientos, la encíclica Redemptoris Mater momento en el que “comienza el movimiento central majestuoso, vibrante, jubiloso de un concierto cuya interpretación había empezado el día de su elección a la Cátedra de Pedo, el 16 de octubre de 1978” (p. 91) porque, en realidad, eso fue la vida espiritual del beato Juan Pablo II: “!Todo por María¡, indicando así la melodía que debía seguir mientras se acercaba al tercer milenio de la encarnación redentora del Hijo de Dios” (p. 91-92).
Tal es así que desde el principio de su pontificado, en el mismo momento de salir al balcón desde el que se dirigía a los presentes y al mundo tras ser elegido, mostró una gran confianza en la Virgen María. Por eso “Menos de un minuto habían durado las palabras de saludo del nuevo Papa y dos veces se había referido, espontáneamente, a su confianza en la Santísima Virgen” (p. 28). Por lo tanto, no es de extrañar que el autor del libro diga que “ningún otro Romano Pontífice ha enseñado tanto y tan profundamente acerca de María Santísima” (p. 137) pues, de la lectura de mismo se deduce, con bastante facilidad, que el beato Juan Pablo II quiso, para la Iglesia que pastoreaba, una verdadera “dimensión mariana” (p. 139) que, junto a la petrina (sucesores de Pedro como vicarios de Cristo) sirviera, en realidad, para “gobernar la Iglesia imitando a María” (p. 138).
Y no son pocos los casos, situaciones y ocasiones en las que el beato Juan Pablo II se apoyará en María. Tanto en el hecho de considerar a la Iglesia como propiedad de María (p. 35) como en lo relacionado con el denominado “Misterio del 13 de mayo” (p. 45) en el que el Papa polaco, en el intento de asesinato de parte de Alí Agca, entendió posible la intervención de María en la resolución de su no muerte o, por ejemplo, en lo referido al nuevo milenio en el que nos introdujo el beato Juan Pablo II (Véase, por ejemplo, la Carta apostólica Novo Millennio Ineunte) y, ya dentro del mismo, la publicación de la Carta apostólica Rosarium Virginis Mariae (de 16 de octubre de 2002) donde agradece “a la Virgen, por medio del Rosario, la protección maternal que le ha dispensado” (p. 163) y en la que se apoya para decir que “Mediante el rezo del Rosario, la Santísima Virgen obtendrá de Dios la gracia de la conversión de los corazones” (p. 165).
Por otra parte, Cristo y María son espíritus que se relacionan de tal forma que no se entiende uno sin el otro. Por eso el beato Juan Pablo II llama a María “Mujer ‘eucarística’” (p. 170) porque en varios momentos de la vida de la Virgen (por ejemplo, en la Anunciación o en la Visitación a su prima Isabel) se convierte en “el primer ‘tabernáculo’ de la historia, anticipando así la fe eucarística de la Iglesia” (cfr. Carta enc. Ecclesia de Eucharistia, n. 56, p. 171). De aquí que para el beato Juan Pablo II la intervención de la Virgen fuera decisiva para/en la historia de la salvación pues no ocupa un papel secundario sino que, como en Caná, nos impele a hacer lo que “Él” nos diga. Por eso es mediadora en muchas ocasiones como, por ejemplo, cuando devolvió a Rusia el icono de la Madre de Dios de Kazán, momento en el que “la Virgen es invocada y enviada como Mediadora…” (p. 179)
Y así podríamos estar un buen rato porque el libro escrito por don Jaime Fuentes, obispo de Minas (Uruguay) es una verdadera delicia, salida de un corazón que ama a María, para el hijo de Dios que se sabe, también, hijo de la Virgen (recordemos la entrega, en el máximo momento de Pasión de Nuestro Señor Jesucristo, de la Virgen como Madre a Juan) porque le muestra, y demuestra, que si para el beato Juan Pablo II la Madre de Dios fue una importante luz en el camino que el mismo recorrió hasta que fuera llamado a la Casa del Padre, lo mismo y exactamente igual ha de significar para el resto de los que nos consideramos hijos de Dios. Y bien que lo demuestra el pastor ordenado en el episcopado el 28 de noviembre de 2010 y cuyo lema episcopal es, precisamente, “Ipsa duce” (Ella conduce) porque, en efecto, en el caso del beato Juan Pablo II así fue.
Y ya para terminar, cuando se lee un libro con intención de decir algo sobre el mismo, se debe hacer una recomendación de a qué tipo de personas puede ir dirigido. En este caso particular deberían ser las siguientes:
- Para todos los que quieren conocer la especial relación que mantenía el beato Juan Pablo II con la Madre de Dios.
- Para todos los que tengan necesidad de acercarse a María a través de la persona del papa polaco.
- Para todos los que quieran comprender de dónde sacaba las fuerzas el beato Juan Pablo II para caminar por el mundo.
- Para todos los que no entiendan que María es intercesora nuestra.
- Para todos los que ya tienen a María como Madre suya.
- Para todos aquellos que vean que María es una luz en el camino de la vida del creyente.
Eleuterio Fernández Guzmán
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