29 de junio de 2011

¿Quién es Cristo?

Mt 16,13-19

“En aquel tiempo, llegado Jesús a la región de Cesarea de Filipo, hizo esta pregunta a sus discípulos: ‘¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre?’. Ellos dijeron: ‘Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías, otros, que Jeremías o uno de los profetas’. Díceles Él: ‘Y vosotros ¿quién decís que soy yo?’. Simón Pedro contestó: ‘Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo’. Replicando Jesús le dijo: ‘Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos’”.


COMENTARIO


Jesús estaba interesado por saber qué pensaban sus contemporáneos de él porque quería conocer si habían aceptado su mensaje y si seguirían su ejemplo.

Había mucha dispersión en las personas que contestaban a la pregunta ¿Quién dice la gente que soy yo? Unas personas decína una cosa y otras, otra porque, en realidad, no conocían, de verdad, a Jesús.

Pedro sí supo qué responder. Inspirado por el Espíritu Santo contesta exactamente lo que Jesús quería escuchar. Le da, por eso mismo, las llaves de su Iglesia, para que pastoreara a su grey.



JESÚS, entregaste a Pedro las llaves de Tu Iglesia. Por eso, desde entonces hasta hoy mismo, el Papa ha sido tu Vicario en la tierra, tu representante, a quien debemos seguir los que nos consideramos hijos de Dios y hermanos tuyos aunque hay algunos creyentes que tienen, para su desgracia, otra forma de pensar.


Eleuterio Fernández Guzmán

28 de junio de 2011

No es fácil ser cristiano

Mt 8,18-22

“En aquel tiempo, viéndose Jesús rodeado de la muchedumbre, mandó pasar a la otra orilla. Y un escriba se acercó y le dijo: ‘Maestro, te seguiré adondequiera que vayas’. Dícele Jesús: ‘Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza’. Otro de los discípulos le dijo: ‘Señor, déjame ir primero a enterrar a mi padre’. Dícele Jesús: ‘Sígueme, y deja que los muertos entierren a sus muertos’.

COMENTARIO

Jesús solía poner, como se suele decir, las cartas sobre la mesa. Nada de engaños ni de complacencias con el ego que cada cual pudiera tener.

Seguir a Cristo no era cosa fácil. Para empezar, ignoraban dónde y qué iban a comer cada día porque no era tal la primera preocupación del Maestro. Dios proveía y eso, para su Hijo, es más que suficiente. Pero no, claro, todas las personas pensaban lo mismo.

Seguir pensando de la vieja manera, de odre viejo, no era posible para contener el vino nuevo de la Nueva Alianza. Dejar lo muerto atrás y abrazar la nueva vida era la única forma de seguir, de verdad, a Jesucristo.


JESÚS, tu doctrina era dura porque no comprendía el manifestarse de acuerdo con el mundo y sus conveniencias. Seguirte a ti era, es o supone, un sacrificio humano en beneficio del alma. Sin embargo, muchas veces, nosotros mismos no estamos en la seguridad de querer seguirte de tal manera.



Eleuterio Fernández Guzmán

Confiar en Cristo

Mt 8,23-27

“En aquel tiempo, Jesús subió a la barca y sus discípulos le siguieron. De pronto se levantó en el mar una tempestad tan grande que la barca quedaba tapada por las olas; pero Él estaba dormido. Acercándose ellos le despertaron diciendo: ‘¡Señor, sálvanos, que perecemos!’. Díceles: ‘¿Por qué tenéis miedo, hombres de poca fe?’. Entonces se levantó, increpó a los vientos y al mar, y sobrevino una gran bonanza. Y aquellos hombres, maravillados, decían: ‘¿Quién es éste, que hasta los vientos y el mar le obedecen?’”.

COMENTARIO


Es bien cierto y seguro que esto pasa que en muchas ocasiones de nuestra vida nos encontramos, eso podemos pensar, solos ante el peligro. Bien sea una tentación o el no saber si algo lo vamos a hacer bien o mal.

Aquellos discípulos se encontraban en una situación nada buena. El agua se agitaba y sentían como peligraban sus vidas. No tuvieron demasiada confianza en Jesús y manifestaron un miedo muy humano.

Jesús les amonesta porque les llama “hombres de poca fe”. Seguramente lo hace porque sabe que, en efecto, tienen poca confianza en el Hijo del hombre y no saben hasta qué punto puede dominar la naturaleza. Aquello, seguramente, les sirvió para aprender algo muy importante.

JESÚS, siempre pediste, y pides, que mantengamos una actitud de confianza hacia quien es el Hijo de Dios y hermano nuestro. Sólo la fe, tal forma de comportarse, nos puede salvar aunque a veces no estemos por la labor de manifestar demasiada fe.




Eleuterio Fernández Guzmán

26 de junio de 2011

Cuerpo de Cristo

Jn 6,51-58

“En aquel tiempo, Jesús dijo a los judíos: ‘Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si uno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo le voy a dar, es mi carne por la vida del mundo’.

Discutían entre sí los judíos y decían: ‘¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?’. Jesús les dijo: ‘En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitaré el último día. Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí, y yo en él. Lo mismo que el Padre, que vive, me ha enviado y yo vivo por el Padre, también el que me coma vivirá por mí. Éste es el pan bajado del cielo; no como el que comieron vuestros padres, y murieron; el que coma este pan vivirá para siempre’”


COMENTARIO


Es bien cierto que las palabras de Jesús referidas a comer su cuerpo son de una dureza difícilmente igualable. No extraña, por lo tanto, que muchos de los que oían se llevaran las manos a la cabeza. Exactamente pasa lo mismo al referirse a su sangre.


El cuerpo y la sangre de Cristo, son, como sabemos, la constatación de presencia verdadera, real y sustancial del Hijo de Dios en las especies pan y vino. A eso se refería Jesús cuando dijo aquello que tanto preocupó a más de uno.


Sólo comiendo el pan bajado del cielo, a Jesús mismo en la Acción de Gracias o Eucaristía podemos aspirar a la Vida Eterna. Todo lo que pueda decir de más, ahora mismo, sobra.


JESÚS, estás presente en el pan y el vino. Tal presencia, que es cierta porque Tú mismo lo dijiste en la Última Cena, no es comprendida por muchos que se dicen discípulos tuyos. A tales personas espero sepas perdonar tal afrenta y lo mismo para cuando nosotros sintamos lo mismo en nuestro corazón.


Eleuterio Fernández Guzmán