8 de junio de 2013

Quedarse con Dios





El Corazón Inmaculado de María

Lc 2,41-51

“Los padres de Jesús iban todos los años a Jerusalén a la fiesta de la Pascua. Cuando tuvo doce años, subieron ellos como de costumbre a la fiesta y, al volverse, pasados los días, el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin saberlo sus padres. Pero creyendo que estaría en la caravana, hicieron un día de camino, y le buscaban entre los parientes y conocidos; pero al no encontrarle, se volvieron a Jerusalén en su busca.

Y sucedió que, al cabo de tres días, le encontraron en el Templo sentado en medio de los maestros, escuchándoles y preguntándoles; todos los que le oían, estaban estupefactos por su inteligencia y sus respuestas. Cuando le vieron, quedaron sorprendidos, y su madre le dijo: ‘Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Mira, tu padre y yo, angustiados, te andábamos buscando’. Él les dijo: ‘Y ¿por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?’. Pero ellos no comprendieron la respuesta que les dio. Bajó con ellos y vino a Nazaret, y vivía sujeto a ellos. Su madre conservaba cuidadosamente todas las cosas en su corazón.”

COMENTARIO

Jesús, María y José cumplían con las tradiciones judías de la mejor forma posible. Cuando era tiempo de Pascua no podían dejar de acudir al Templo a Jerusalén porque allí estaba la Casa de Dios. Dar culto en lugar tan santo era un gozo que no podían dejar de cumplir.

Jesús sabía que, para Él, aquel lugar era algo más que uno que lo era de oración y de culto. Era, en efecto, la Casa de su Padre y, por eso mismo, se quedó allí cuando sus padres regresaban a Nazaret. No extrañe, por lo tanto, que María y José se preocupasen bastante.

En realidad, Jesús estaba donde tenía que estar. Allí, entre los doctores de la Ley, preguntando y, también, enseñando lo que, para un niño de 12 años, era imposible saber o comprender.



JESÚS, cuando te quedaste en el Templo sabías que hacías lo correcto y que lo correcto era estar en la Casa de tu Padre. Nosotros, sin embargo, no parece que queramos estar en ella más tiempo del estrictamente necesario para cumplir el precepto dominical.





Eleuterio Fernández Guzmán


7 de junio de 2013

Ovejas perdidas a veces somos




Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús

Lc 15,3-7

“En aquel tiempo, Jesús dijo esta parábola a los fariseos y maestros de la Ley: ‘¿Quién de vosotros que tiene cien ovejas, si pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto, y va a buscar la que se perdió hasta que la encuentra? Y cuando la encuentra, contento, la pone sobre sus hombros; y llegando a casa, convoca a los amigos y vecinos, y les dice: ‘Alegraos conmigo, porque he hallado la oveja que se me había perdido’. Os digo que, de igual modo, habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no tengan necesidad de conversión’”.

COMENTARIO

Jesús se dirigía en parábolas a sus oyentes porque era la mejor manera de que llegase a su corazón el mensaje que quería darles. Ellos escuchaban con gusto porque, para la mentalidad de entonces, era una buena forma de enseñar y de aprender.

La que corresponde a la oveja que se pierde tiene mucha relación con aquellos mismos que escuchaban entonces a Jesús. Ellos se creían en la seguridad de estar en la Ley de Dios pero, en realidad, estaban en la ley que ellos habían hecho con la del Creador. En realidad, estaban perdidos y Jesús había venido a llevarlos, de nuevo, al redil verdadero de Dios.

Dice Jesús que el cielo, Dios, se alegra mucho porque un pecador se convierta. En realidad se lo dice para que comprendan que deben convertirse y no creerse tan justos como ellos se creían que eran.


JESÚS, aquellos que te escuchaban decirles la parábola de la oveja perdida, estaban en la seguridad de que eran justos y que poco o nada podían aprende de Ti. Y eso es, justamente, lo mismo que en demasiadas ocasiones nos pasa a nosotros.





Eleuterio Fernández Guzmán


6 de junio de 2013

Amar a Dios y al prójimo



Jueves IX del tiempo ordinario

Mc 12,28-34

“En aquel tiempo, se llegó uno de los escribas y le preguntó: ‘¿Cuál es el primero de todos los mandamientos?’. Jesús le contestó: ‘El primero es: ‘Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es el único Señor, y amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas’. El segundo es: ‘Amarás a tu prójimo como a ti mismo’. No existe otro mandamiento mayor que éstos’.

Le dijo el escriba: ‘Muy bien, Maestro; tienes razón al decir que Él es único y que no hay otro fuera de Él, y amarle con todo el corazón, con toda la inteligencia y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a si mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios’.

Y Jesús, viendo que le había contestado con sensatez, le dijo: ‘No estás lejos del Reino de Dios’. Y nadie más se atrevía ya a hacerle preguntas".

COMENTARIO

Realmente muchos de los que veían, escuchaban y seguían a Jesús pudiera dar la impresión de que no acababan de conocer ante Quien estaban. Preguntarle al Mesías por el primer Mandamiento de la Ley de Dios era algo que estaba fuera de lugar. A lo mejor pretendía cogerlo en un renuncio…

Responde Jesús de la manera, única, que puede responder: Dios es a Quien debemos amar con todo nuestro corazón. Pero también debemos amar a nuestro prójimo, ley de la caridad de Dios, porque es hermano nuestro.

Jesús vio que aquel hombre que le preguntaba estaba en el secreto, dado a conocer a voces por el mismo Cristo, de la Verdad: amar a Dios y al prójimo. Sin embargo, se deduce de lo dicho por Jesús que todavía no estaba preparado del todo para entrar en el definitivo Reino de Dios porque, seguramente, le faltaba que todo lo que decía lo tuviese en cuenta en su vida.


JESÚS, amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos parecen dos Mandamientos sencillos de entender. Sin embargo, tantas y tantas veces no lo hacemos…





Eleuterio Fernández Guzmán


5 de junio de 2013

La resurrección de los muertos


Miércoles IX del tiempo ordinario

Mc 12,18-27

“En aquel tiempo, se le acercaron a Jesús unos saduceos, que niegan que haya resurrección, y le preguntaban: ’Maestro, Moisés nos dejó escrito que si muere el hermano de alguno y deja mujer y no deja hijos, que su hermano tome a la mujer para dar descendencia a su hermano. Eran siete hermanos: el primero tomó mujer, pero murió sin dejar descendencia; también el segundo la tomó y murió sin dejar descendencia; y el tercero lo mismo. Ninguno de los siete dejó descendencia. Después de todos, murió también la mujer. En la resurrección, cuando resuciten, ¿de cuál de ellos será mujer? Porque los siete la tuvieron por mujer’.

Jesús les contestó: ‘¿No estáis en un error precisamente por esto, por no entender las Escrituras ni el poder de Dios? Pues cuando resuciten de entre los muertos, ni ellos tomarán mujer ni ellas marido, sino que serán como ángeles en los cielos. Y acerca de que los muertos resucitan, ¿no habéis leído en el libro de Moisés, en lo de la zarza, cómo Dios le dijo: Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob? No es un Dios de muertos, sino de vivos. Estáis en un gran error’”.


COMENTARIO

Muchos de los que vivían en tiempos de Jesús no estaban de acuerdo, no creían, en la resurrección de los muertos. Otros sí, claro. Por eso aquellos que no creen se dirigen al Maestro para plantearla algo que, ellos creían, podía suponer ponerlo en un aprieto.

Jesús quiere abrirles los ojos y el corazón. Parece que no son capaces de entender las Sagradas Escrituras y que,  por eso mismo, se limitan a trasladar el comportamiento humano al definitivo Reino de Dios. Así cometen un error bastante grande que Jesús les hace ver.

En el cielo seremos como ángeles. Por eso allí mismo no se puede aplicar la forma de ser, de vivir, de existir, que llevamos en la Tierra como seres mortales. Por eso la vida eterna no termina nunca y, por eso mismo, Dios lo es de vivos y no de muertos.


JESÚS, los que no creían entonces y no creen, ahora mismo, en la vida eterna, se pierden lo mejor de la existencia del ser humano: estar con Dios para siempre, siempre, siempre. Por eso es algo que nos debería hacer pensar mucho acerca de nuestro comportamiento en este valle de lágrimas.





Eleuterio Fernández Guzmán


4 de junio de 2013

A Dios lo que es de Dios


Martes IX del tiempo ordinario

Mc 12,13-17

“En aquel tiempo, enviaron a Jesús algunos fariseos y herodianos, para cazarle en alguna palabra. Vienen y le dicen: ‘Maestro, sabemos que eres veraz y que no te importa por nadie, porque no miras la condición de las personas, sino que enseñas con franqueza el camino de Dios: ¿Es lícito pagar tributo al César o no? ¿Pagamos o dejamos de pagar?’.

Mas Él, dándose cuenta de su hipocresía, les dijo: ‘¿Por qué me tentáis? Traedme un denario, que lo vea’. Se lo trajeron y les dice: ‘¿De quién es esta imagen y la inscripción?’. Ellos le dijeron: ‘Del César». Jesús les dijo: ‘Lo del César, devolvédselo al César, y lo de Dios, a Dios’. Y se maravillaban de Él.

COMENTARIO

Los que perseguían a Jesús buscaban cualquier ocasión para ponerlo mal ante los suyos o ante los que no lo conocían. El ejemplo que trae este evangelio supone, sobre todo, la intención clara de que se manifestara acerca de los impuestos que pagaban al César.

Le preguntan acerca del tributo a pagar al Imperio Romano porque no les parecía bien hacer frente a tal petición de parte del dominador de su tierra y de sus cosas. Quieren saber si, según el Maestro, se debe o no se debe pagar. Lo que, en realidad quieren escucharle decir que no hay que pagar para acusarlo ante el Gobernador.

Jesús conoce los corazones de aquellos tramposos. Sabe que debe contestar con sabiduría y como lo haría un sabio de Israel. Y así lo hace: deben dar a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César. No es de extrañar que se maravillaran de aquella respuesta que contentaban, por así decirlo, a unos y a otros pero no, precisamente, a los que le perseguían.


JESÚS,  los que no quieren escuchar lo que les dices pretende ponerte en un brete. Tú, sin embargo, respondes con sabiduría. Por eso extraña que sabiendo lo que ahora sabemos de lo que, entonces pasó, actuemos con tanta ceguera.





Eleuterio Fernández Guzmán


3 de junio de 2013

Cristo, el Enviado por Dios





Lunes IX del tiempo ordinario

Mc 12,1-12

“En aquel tiempo, Jesús comenzó a hablarles en parábolas: ‘Un hombre plantó una viña, la rodeó de una cerca, cavó un lagar y edificó una torre; la arrendó a unos labradores, y se ausentó.



‘Envió un siervo a los labradores a su debido tiempo para recibir de ellos una parte de los frutos de la viña. Ellos le agarraron, le golpearon y le despacharon con las manos vacías. De nuevo les envió a otro siervo; también a éste le descalabraron y le insultaron. Y envió a otro y a éste le mataron; y también a otros muchos, hiriendo a unos, matando a otros. Todavía le quedaba un hijo querido; les envió a éste, el último, diciendo: ‘A mi hijo le respetarán’. Pero aquellos labradores dijeron entre sí: ‘Éste es el heredero. Vamos, matémosle, y será nuestra la herencia’. Le agarraron, le mataron y le echaron fuera de la viña.



‘¿Qué hará el dueño de la viña? Vendrá y dará muerte a los labradores y entregará la viña a otros. ¿No habéis leído esta Escritura: ‘La piedra que los constructores desecharon, en piedra angular se ha convertido; fue el Señor quien hizo esto y es maravilloso a nuestros ojos?’”.



Trataban de detenerle —pero tuvieron miedo a la gente— porque habían comprendido que la parábola la había dicho por ellos. Y dejándole, se fueron.


COMENTARIO

A lo largo de la historia del pueblo de Israel, Dios suscitó, entre ellos, a muchos profetas. Aquellos hombres, que hablaban según les decía Dios que tenían que decir, no eran muy bien vistos porque, por lo general, decían la verdad y la misma no era muy estimada.

La parábola del dueño de la viña muestra, exactamente, el caso de Dios que, como tal, envía a sus profetas. Uno a uno los van matando porque nadie quiere escuchar, o no los poderosos, que se le diga que lo que hacen se aparta de la voluntad de Dios.

Pero Jesús dice algo que es muy grave para los poderosos de su tiempo: Dios les quitará su Reino y se lo entregará a quienes, de verdad, cumplan su voluntad porque ellos, precisamente, no hacen eso. Y aquello, como era de esperar no gustó muchos a los que le escuchaban.


JESÚS, los que te persiguen buscan cualquier ocasión para zaherirte. Y nosotros, tantas veces hacemos lo mismo con aquello que nos dices...




Eleuterio Fernández Guzmán

2 de junio de 2013

Confiar en Dios








Solemnidad del Cuerpo y de la Sangre de Cristo


Lc 9,11b-17

“En aquel tiempo, Jesús les hablaba acerca del Reino de Dios, y curaba a los que tenían necesidad de ser curados. Pero el día había comenzado a declinar, y acercándose los Doce, le dijeron: ‘Despide a la gente para que vayan a los pueblos y aldeas del contorno y busquen alojamiento y comida, porque aquí estamos en un lugar deshabitado’. Él les dijo: ‘Dadles vosotros de comer’. Pero ellos respondieron: ‘No tenemos más que cinco panes y dos peces; a no ser que vayamos nosotros a comprar alimentos para toda esta gente’.

Pues había como cinco mil hombres. Él dijo a sus discípulos: ‘Haced que se acomoden por grupos de unos cincuenta’. Hicieron acomodarse a todos. Tomó entonces los cinco panes y los dos peces, y levantando los ojos al cielo, pronunció sobre ellos la bendición y los partió, y los iba dando a los discípulos para que los fueran sirviendo a la gente. Comieron todos hasta saciarse. Se recogieron los trozos que les habían sobrado: doce canastos”.

COMENTARIO

Era normal que muchas de las personas que seguían a Jesús lo hacían porque querían verle realizar alguno de sus prodigios también llamados milagros. Otros, sin embargo, lo haría porque creían en Él.

Aquella situación no era fácil de resolver con la intervención exclusiva del hombre. Demasiadas personas para tan poca comida. Y los apóstoles actúan como hombres: que cada uno se busque su propia comida. No habrían aprendido nada de la voluntad de Dios.

Jesús sabía que dirigiéndose a su Padre no sería difícil salir de aquel grave problema. Por eso ora para pedir la misericordia de Dios y, de forma extraordinaria aquellos panes y aquellos peces se transforman en alimento para miles de personas. El poder del Creador se había manifestado.


JESÚS,  los que confían en Ti y en tu forma de actuar saben que siempre van a tener tu ayuda. Seguramente nosotros deberíamos pensar acerca de lo que no obtenemos de nuestra oración.





Eleuterio Fernández Guzmán