22 de mayo de 2018

Lo que quiere Cristo es lo que quiere Dios mismo



Mc 9, 30-37

“30 Y saliendo de allí, iban caminando por Galilea; él no quería que se
supiera, 31 porque iba enseñando a sus discípulos. Les decía: ‘El Hijo del hombre será entregado en manos de los hombres; le matarán y a los tres días de haber muerto resucitará.’ 32 Pero ellos no entendían lo que les decía y temían preguntarle. 33 Llegaron a Cafarnaúm, y una vez en casa, les preguntaba: ‘¿De qué discutíais por el camino?’
34 Ellos callaron, pues por el camino habían discutido entre sí quién era el mayor. 35 Entonces se sentó, llamó a los Doce, y les dijo: ‘Si uno quiere ser el primero, sea el último de todos y el servidor de todos.’ 36 Y tomando un niño, le puso en medio de ellos, le estrechó entre sus brazos y les dijo: 37 El que reciba a un niño como éste en mi nombre, a mí me recibe; y el que me reciba a mí, no me recibe a mí sino a Aquel que me ha enviado.”


COMENTARIO

Los Apóstoles estaban muy lejos de comprender lo que suponía que el Maestro muriese de la forma cómo decía que iba a morir y que, luego, además, resucitase al tercer día. Aunque nunca sabremos si es que no entendían por su escasez de preparación o porque su corazón no admitía aquello.

El Hijo de Dios, sin embargo, sabía que ellos iban discutiendo sobre el poder y sobre ser el primero. Y Cristo, no para chafarles sus ilusiones sino para mantenerlos dentro de la verdad, les dice eso de que el último es el primero y el primero el último…

Pero, por si acaso ellos no acaban de entender el misterio de ser el primero siendo el último, les pone un ejemplo con el que, seguro, van a comprender. Y es que les pone, ante sí, a un niño (a un ser tan poco apreciado como lo era en aquel tiempo) y pone al mismo nivel tener en cuenta al niño y a Él mismo, el Enviado de Dios.

JESÚS, gracias por hacernos ver las cosas del alma con tanta claridad.


Eleuterio Fernández Guzmán

21 de mayo de 2018

El poder de Dios y de Cristo es el mismo

Mc 9, 15-20a. 22b-29


“15 Toda la gente, al verle, quedó sorprendida y corrieron a saludarle. 16 El les preguntó: ‘¿De qué discutís con ellos?’ 17 Uno de entre la gente le respondió: ‘Maestro, te he traído a mi hijo que tiene un espíritu mudo 18 y, dondequiera que se apodera de él, le derriba, le hace echar espumarajos, rechinar de dientes y le deja rígido. He dicho a tus discípulos que lo expulsaran, pero no han podido.’19 El les responde: ‘¡Oh generación incrédula! ¿Hasta cuándo estaré con vosotros? ¿Hasta cuándo habré de soportaros? ¡Traédmelo!’ 20 Y se lo trajeron. Apenas el espíritu vio a Jesús, agitó violentamente al muchacho y, cayendo en tierra, se revolcaba echando espumarajos. 22 Y muchas veces le ha arrojado al fuego y al agua para acabar con él; pero, si algo puedes, ayúdanos, compadécete de nosotros.’ 23 Jesús le dijo: ‘¡Qué es eso de si puedes! ¡Todo es posible para quien cree!’ 24 Al instante, gritó el padre del muchacho: ‘¡Creo, ayuda a mi poca fe!’ 25 Viendo Jesús que se agolpaba la gente, increpó al espíritu inmundo, diciéndole: ‘Espíritu sordo y mudo, yo te lo mando: sal de él y no entres más en él.’ 26 Y el espíritu salió dando gritos y agitándole con violencia. El muchacho quedó como muerto, hasta el punto de que muchos decían que había muerto. 27 Pero Jesús, tomándole de la mano, le levantó y él se puso en pie. 28 Cuando Jesús entró en casa, le preguntaban en privado sus discípulos: ‘¿Por qué nosotros no pudimos expulsarle?’ 29 Les dijo: ‘Esta clase con nada puede ser arrojada sino con la oración.”

COMENTARIO

Aquel hombre debía estar pasándolo muy. Aquejado por un mal que no lo dejaba tenía difícil solución aquella enfermedad suya. Y, es más, los Apóstoles no pueden terminar, ni con la oración, con aquella enfermedad o posesión diabólica.

El Hijo de Dios sabe más que bien que los que con él viven, en su tiempo, no tienen demasiada confianza ni en Dios ni en su Enviado. Y les dice una verdad muy grave para ellos: con fe todo se puede.

Sus Apóstoles no acaban de entender nada de lo que les pasa. Y es que para poder terminar con aquellas posesiones hacía falta una fe muy grande y una capacidad de orar tan grande como la necesidad de oración que, al parecer, no tenían aquellos que le seguían.

JESÚS,  gracias por demostrar que todo lo puedes.


Eleuterio Fernández Guzmán

20 de mayo de 2018

Resucitó y lo mostró al mundo



Jn 20, 19-23

19 Al atardecer de aquel día, el primero de la semana, estando cerradas, por miedo a los judíos, las puertas del lugar  donde se encontraban los discípulos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: ‘La paz con vosotros.’ 20 Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron de ver al Señor. 21      Jesús les dijo otra vez: ‘La paz con vosotros. Como el Padre me envió,  también yo os envío.’ 22 Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: ‘Recibid el Espíritu Santo. 23 A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.’”


COMENTARIO

Seguramente nadie esperaba que iba a resucitar el Hijo de Dios. Y es que por mucha que fuera su predicación y, sobre todo, las veces que dijo que eso iba a pasar, sus discípulos y, en general, sus Apóstoles, no acababan de entender mucho de lo que decía Cristo.

Jesucristo les da la paz. La paz que da el Hijo de Dios no es una paz cualquiera, no es la paz del mundo. La paz que da Cristo es la que supone tener el corazón de carne para saber perdonar. Y tal es la paz que les entrega cuando vuelve a ver a sus amigos.

Y el Espíritu Santo. No sólo les da la paz sino que exhala sobre ellos el Espíritu Santo. Y, es más, les otorga el don de perdonar los pecados y de retenerlos además de que eso tenga consecuencias en el Cielo.

JESÚS, gracias por haber cumplido tu palabra y resucitar de entre los muertos.

Eleuterio Fernández Guzmán