18 de marzo de 2017

Hacer lo que hay que hacer


Lc 15,1-3.11-32

En aquel tiempo, viendo que todos los publicanos y los pecadores se acercaban a Jesús para oírle, los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: ‘Este acoge a los pecadores y come con ellos’. Entonces les dijo esta parábola. ‘Un hombre tenía dos hijos; y el menor de ellos dijo al padre: ‘Padre, dame la parte de la hacienda que me corresponde’. Y él les repartió la hacienda. Pocos días después el hijo menor lo reunió todo y se marchó a un país lejano donde malgastó su hacienda viviendo como un libertino. Cuando hubo gastado todo, sobrevino un hambre extrema en aquel país, y comenzó a pasar necesidad. Entonces, fue y se ajustó con uno de los ciudadanos de aquel país, que le envió a sus fincas a apacentar puercos. Y deseaba llenar su vientre con las algarrobas que comían los puercos, pero nadie se las daba. Y entrando en sí mismo, dijo: ‘¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, mientras que yo aquí me muero de hambre! Me levantaré, iré a mi padre y le diré: Padre, pequé contra el cielo y ante ti. Ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros’. Y, levantándose, partió hacia su padre. 

‘Estando él todavía lejos, le vio su padre y, conmovido, corrió, se echó a su cuello y le besó efusivamente. El hijo le dijo: ‘Padre, pequé contra el cielo y ante ti; ya no merezco ser llamado hijo tuyo’. Pero el padre dijo a sus siervos: ‘Traed aprisa el mejor vestido y vestidle, ponedle un anillo en su mano y unas sandalias en los pies. Traed el novillo cebado, matadlo, y comamos y celebremos una fiesta, porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido y ha sido hallado’. Y comenzaron la fiesta. 

‘Su hijo mayor estaba en el campo y, al volver, cuando se acercó a la casa, oyó la música y las danzas; y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello. Él le dijo: ‘Ha vuelto tu hermano y tu padre ha matado el novillo cebado, porque le ha recobrado sano’. Él se irritó y no quería entrar. Salió su padre, y le suplicaba. Pero él replicó a su padre: ‘Hace tantos años que te sirvo, y jamás dejé de cumplir una orden tuya, pero nunca me has dado un cabrito para tener una fiesta con mis amigos; y ¡ahora que ha venido ese hijo tuyo, que ha devorado tu hacienda con prostitutas, has matado para él el novillo cebado!’ Pero él le dijo: ‘Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo; pero convenía celebrar una fiesta y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto, y ha vuelto a la vida; estaba perdido, y ha sido hallado’”.

COMENTARIO

La parábola del hijo prodigo que Cristo pone sobre la mesa informa del comportamiento que, muchas veces, tenemos con relación a Dios, Padre Nuestro. Y es que en tantas ocasiones nos equivocamos.

La actitud de cada uno de sus hijos es síntoma de comportamiento inadecuado. Ninguno de los dos hace las cosas bien en materia espiritual. Ni el pequeño ni el mayor se comportan como debería comportarse un hijo con su padre que es lo mismo que decir que nosotros con el Creador.

Destaca, sin embargo, la actitud del padre. Perdona a quien se ha ido y hace lo propio con quien se ha quedado, el mayor. Él los quiere a los dos por igual aunque el mayor de ellos eso no lo comprenda. Vale, pues, la misericordia del Padre.


JESÚS,  ayúdanos a ser fieles hijos de Dios.

Eleuterio Fernández Guzmán


16 de marzo de 2017

Lo que es conveniente saber




Jueves II de Cuaresma
Lc 16,19-31

En aquel tiempo, Jesús dijo a los fariseos: ‘Era un hombre rico que vestía de púrpura y lino, y celebraba todos los días espléndidas fiestas. Y un pobre, llamado Lázaro, que, echado junto a su portal, cubierto de llagas, deseaba hartarse de lo que caía de la mesa del rico pero hasta los perros venían y le lamían las llagas.

‘Sucedió, pues, que murió el pobre y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham. Murió también el rico y fue sepultado. Estando en el Hades entre tormentos, levantó los ojos y vio a lo lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno. Y, gritando, dijo: ‘Padre Abraham, ten compasión de mí y envía a Lázaro a que moje en agua la punta de su dedo y refresque mi lengua, porque estoy atormentado en esta llama’. Pero Abraham le dijo: ‘Hijo, recuerda que recibiste tus bienes durante tu vida y Lázaro, al contrario, sus males; ahora, pues, él es aquí consolado y tú atormentado. Y además, entre nosotros y vosotros se interpone un gran abismo, de modo que los que quieran pasar de aquí a vosotros, no puedan; ni de ahí puedan pasar donde nosotros’. 

‘Replicó: ‘Con todo, te ruego, padre, que le envíes a la casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos, para que les dé testimonio, y no vengan también ellos a este lugar de tormento’. Díjole Abraham: ‘Tienen a Moisés y a los profetas; que les oigan’. Él dijo: ‘No, padre Abraham; sino que si alguno de entre los muertos va donde ellos, se convertirán’. Le contestó: ‘Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se convencerán, aunque un muerto resucite’”.


COMENTARIO

Lo que Cristo cuenta a los que le quieren escuchar es de una importancia crucial porque es importante que conozcan aquello que les ha de venir muy bien a la hora de la muerte. Y el caso de Lázaro y Epulón es sintomático y expresión de lo que debemos saber.

Aquel hombre rico se lo pasaba muy bien. Pero había quien, en su propia puerta, pasaba muchas necesidades y, al parecer, no podía esperar remedio alguno de parte de aquel rico que tan bien se lo pasaba. Y eso iba a pasarle una factura muy elevada a Epulón.

Debemos tener en cuenta que lo que Cristo nos quiere decir con esto no es que ser rico sea, en sí mismo, pecaminoso. Pero sí lo es comportarse como lo hace Epulón sin tener en cuenta a los más necesitados. Y eso, como aquí se ve, tiene malas consecuencias.


JESÚS,  ayúdanos a no ser como Epulón.

Eleuterio Fernández Guzmán


15 de marzo de 2017

Ser servidor


Miércoles II de Cuaresma
Mt 20,17-28

En aquel tiempo, cuando Jesús iba subiendo a Jerusalén, tomó aparte a los Doce, y les dijo por el camino: ‘Mirad que subimos a Jerusalén, y el Hijo del hombre será entregado a los sumos sacerdotes y escribas; le condenarán a muerte y le entregarán a los gentiles, para burlarse de Él, azotarle y crucificarle, y al tercer día resucitará’.

Entonces se le acercó la madre de los hijos de Zebedeo con sus hijos, y se postró como para pedirle algo. Él le dijo: ‘¿Qué quieres?’. Dícele ella: ‘Manda que estos dos hijos míos se sienten, uno a tu derecha y otro a tu izquierda, en tu Reino’. Replicó Jesús: ‘No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber la copa que yo voy a beber?’. Dícenle: ‘Sí, podemos’. Díceles: ‘Mi copa, sí la beberéis; pero sentarse a mi derecha o mi izquierda no es cosa mía el concederlo, sino que es para quienes está preparado por mi Padre’.

Al oír esto los otros diez, se indignaron contra los dos hermanos. Mas Jesús los llamó y dijo: ‘Sabéis que los jefes de las naciones las dominan como señores absolutos, y los grandes las oprimen con su poder. No ha de ser así entre vosotros, sino que el que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros, será vuestro esclavo; de la misma manera que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos’”.

COMENTARIO

La ambición es una característica muy humana. Por eso la madre de Santiago y Juan, haciéndose eco de lo que ellos mismos pensaban, querían estar en un buen lugar al lado del Hijo de Dios. Habían comprendido que era, en efecto, el Mesías.

Pero Cristo sabe lo que, en verdad, es conveniente para sus discípulos. Sabe, además, que tanto un hermano como otro darán su vida por el Enviado de Dios pero el lugar dónde estarán en el Cielo es cosa del Todopoderoso.

Y todo esto tiene una razón de ser: el servicio. Y es que Jesucristo sabe que él mismo no ha venido a ser servicio sino a servir y sus discípulos no pueden hacer otra cosa que no sea servir. Y ahí está el verdadero cielo y la vida eterna.

JESÚS,  ayúdanos a ser buenos servidores.



Eleuterio Fernández Guzmán

14 de marzo de 2017

Lo que hay que hacer


Martes II de Cuaresma
Mt 23,1-12

En aquel tiempo, Jesús se dirigió a la gente y a sus discípulos y les dijo: ‘En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos. Haced, pues, y observad todo lo que os digan; pero no imitéis su conducta, porque dicen y no hacen. Atan cargas pesadas y las echan a las espaldas de la gente, pero ellos ni con el dedo quieren moverlas. Todas sus obras las hacen para ser vistos por los hombres; se hacen bien anchas las filacterias y bien largas las orlas del manto; quieren el primer puesto en los banquetes y los primeros asientos en las sinagogas, que se les salude en las plazas y que la gente les llame ‘Rabbí’.

‘Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar ‘Rabbí’, porque uno solo es vuestro Maestro; y vosotros sois todos hermanos. Ni llaméis a nadie ‘Padre’ vuestro en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre: el del cielo. Ni tampoco os dejéis llamar ‘Doctores’, porque uno solo es vuestro Doctor: Cristo. El mayor entre vosotros será vuestro servidor. Pues el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado’”.


COMENTARIO

En este diálogo que mantiene Jesús con sus discípulos se ve en la obligación de corregir muchos pensamientos de aquellos que le escuchan. Y es que llevan muchos siglos modificando la doctrina santa que Dios quiere para su pueblo.

Sabe el Hijo de Dios que aquellos que son puestos para regir la vida espiritual del pueblo elegido por dios saben perfectamente qué deben enseñar. Así lo hacer pero, luego, en su vida ordinaria, no aplican aquello que enseñan. Por eso Jesucristo les dice que hagan lo que dicen pero no lo que hacen.

Y algo muy importante: en el Cielo no sirven las categorías humanas donde el más importante es el que más poder tiene. No. En el Cielo el primero es el último que así actúa en el mundo, en el siglo. Por eso debemos hacernos servidores de nuestros hermanos los hombres.


JESÚS, ayúdanos a ser humildes.


Eleuterio Fernández Guzmán

13 de marzo de 2017

Lo importante que es perdonar



Lunes II de Cuaresma


Lc 6, 36-38

“Sed compasivos, como vuestro Padre es compasivo. No juzguéis y no seréis juzgados, no condenéis y no seréis condenados; perdonad y seréis perdonados. Dad y se os dará; una medida buena, apretada, remecida, rebosante pondrán en el halda de vuestros vestidos. Porque con la medida con que midáis se os medirá.”


COMENTARIO

Jesucristo siempre pone a Dios como ejemplo de cómo debemos ser. Y es que el Hijo ama al Padre y eso se nota siempre. Por eso quiere que seamos compasivos porque Dios es compasivo y así alcanzaremos un lugar privilegiado en el corazón del Todopoderoso.

Pero nos dice Cristo algo que es muy importante: no debemos juzgar. Eso no quiere decir que nunca podamos decir nada de nadie sino que debemos decirlo como lo diría Dios y bajo el prisma del amor.

Y una cosa más que muchas veces olvidamos: aquello que hagamos con los demás, se hará con nosotros. Por eso debemos dar para recibir, entregar para que Dios se nos dé de corazón.


JESÚS, ayúdanos a ser compasivos y misericordiosos.


Eleuterio Fernández Guzmán

12 de marzo de 2017

Domingo, 12 de marzo de 2017 – Transfigurarse



Mt 17, 1-9

“Seis días después, toma Jesús consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y los lleva aparte, a un monte alto. Y se transfiguró delante de ellos: su rostro se puso brillante como el sol y sus vestidos se volvieron blancos  como la luz. En esto, se les aparecieron Moisés y Elías que conversaban con él. Tomando Pedro la palabra, dijo a Jesús: ‘Señor, bueno es estarnos aquí. Si quieres, haré aquí tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.’ Todavía estaba hablando, cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra y de la nube salía una voz que decía: ‘Este es mi Hijo amado, en quien me complazco; escuchadle.’ Al oír esto los discípulos cayeron rostro en tierra llenos de miedo.  Mas Jesús, acercándose a ellos, los tocó y dijo: ‘Levantaos, no tengáis miedo.’  Ellos alzaron sus ojos y ya no vieron a nadie más que a Jesús solo.  Y cuando bajaban del monte, Jesús les ordenó: ‘No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del hombre haya resucitado de entre los muertos.’”

COMENTARIO

No podemos negar que Jesucristo sabía que, entre sus Apóstoles, había unos cuantos que eran muy especiales. Por eso los escoge para que lo acompañen en determinadas situaciones. Y eso es lo que hace ahora, cuando acude con ellos al monte donde va a pasar algo maravilloso.

Podemos imaginar cómo aquellos discípulos muy cercanos al Mesías miran la escena. Y es que no todos los días se les iban a aparecer profetas como Elías y Moisés. Por eso se sienten tan bien que quieren quedarse allí para siempre. Estaban, claro, un poco equivocados a tal respecto.

Pero había algo más que nunca iban a olvidar: la resurrección del Maestro. Y ellos, que entonces no comprendían para nada aquello de que tenía que resucitar quien todavía no había muerto, guardaron aquello en su corazón hasta que llegó, precisamente, el día en el que, en efecto, volvió a la vida el Hijo del hombre.

JESÚS, ayúdanos a comprender, de verdad, lo que significó tu resurrección.



Eleuterio Fernández Guzmán